martes, 27 de octubre de 2009

Las 95 Tesis de Martin Lutero


Wittenberg, 31 de octubre de 1517.

Disputación acerca de la determinación del valor de las indulgencias


Por amor a la verdad y en el afán de sacarla a luz, se discutirán en Wittenberg las siguientes proposiciones bajo la presidencia del R. P. Martín Lutero, Maestro en Artes y en Sagrada Escritura y Profesor Ordinario de esta última disciplina en esa localidad. Por tal razón, ruega que los que no puedan estar presentes y debatir oralmente con nosotros, lo hagan, aunque ausentes, por escrito. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

1-Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo: "Haced penitencia...", ha querido que toda la vida de los creyentes fuera penitencia.

2-Este término no puede entenderse en el sentido de la penitencia sacramental (es decir, de aquella relacionada con la confesión y satisfacción) que se celebra por el ministerio de los sacerdotes.

3-Sin embargo, el vocablo no apunta solamente a una penitencia interior; antes bien, una penitencia interna es nula si no obra exteriormente diversas mortificaciones de la carne.

4-En consecuencia, subsiste la pena mientras perdura el odio al propio yo (es decir, la verdadera penitencia interior), lo que significa que ella continúa hasta la entrada en el reino de los cielos.

5-El Papa no quiere ni puede remitir culpa alguna, salvo aquella que él ha impuesto, sea por su arbitrio, sea por conformidad a los cánones.

6-El Papa no puede remitir culpa alguna, sino declarando y testimoniando que ha sido remitida por Dios, o remitiéndola con certeza en los casos que se ha reservado. Si éstos fuesen menospreciados, la culpa subsistirá íntegramente.

7-De ningún modo Dios remite la culpa a nadie, sin que al mismo tiempo lo humille y lo someta en todas las cosas al sacerdote, su vicario.

8-Los cánones penitenciales han sido impuestos únicamente a los vivientes y nada debe ser impuesto a los moribundos basándose en los cánones.

9-Por ello, el Espíritu Santo nos beneficia en la persona del Papa, quien en sus decretos siempre hace una excepción en caso de muerte y de necesidad.

10-Mal y torpemente proceden los sacerdotes que reservan a los moribundos penas canónicas en el purgatorio.

11-Esta cizaña, cual la de transformar la pena canónica en pena para el purgatorio, parece por cierto haber sido sembrada mientras los obispos dormían.

12-Antiguamente las penas canónicas no se imponían después sino antes de la absolución, como prueba de la verdadera contrición.

13-Los moribundos son absueltos de todas sus culpas a causa de la muerte y ya son muertos para las leyes canónicas, quedando de derecho exentos de ellas.

14-Una pureza o caridad imperfectas traen consigo para el moribundo, necesariamente, gran miedo; el cual es tanto mayor cuanto menor sean aquéllas.

15-Este temor y horror son suficientes por sí solos (por no hablar de otras cosas) para constituir la pena del purgatorio, puesto que están muy cerca del horror de la desesperación.

16-Al parecer, el infierno, el purgatorio y el cielo difieren entre sí como la desesperación, la cuasi desesperación y al seguridad de la salvación.

17-Parece necesario para las almas del purgatorio que a medida que disminuya el horror, aumente la caridad.

18-Y no parece probado, sea por la razón o por las Escrituras, que estas almas estén excluidas del estado de mérito o del crecimiento en la caridad.

19-Y tampoco parece probado que las almas en el purgatorio, al menos en su totalidad, tengan plena certeza de su bienaventuranza ni aún en el caso de que nosotros podamos estar completamente seguros de ello.

20-Por tanto, cuando el Papa habla de remisión plenaria de todas las penas, significa simplemente el perdón de todas ellas, sino solamente el de aquellas que él mismo impuso.

21-En consecuencia, yerran aquellos predicadores de indulgencias que afirman que el hombre es absuelto a la vez que salvo de toda pena, a causa de las indulgencias del Papa.

22-De modo que el Papa no remite pena alguna a las almas del purgatorio que, según los cánones, ellas debían haber pagado en esta vida.


23-Si a alguien se le puede conceder en todo sentido una remisión de todas las penas, es seguro que ello solamente puede otorgarse a los más perfectos, es decir, muy pocos.

24-Por esta razón, la mayor parte de la gente es necesariamente engañada por esa indiscriminada y jactanciosa promesa de la liberación de las penas.

25-El poder que el Papa tiene universalmente sobre el purgatorio, cualquier obispo o cura lo posee en particular sobre su diócesis o parroquia.

26-Muy bien procede el Papa al dar la remisión a las almas del purgatorio, no en virtud del poder de las llaves (que no posee), sino por vía de la intercesión.

27-Mera doctrina humana predican aquellos que aseveran que tan pronto suena la moneda que se echa en la caja, el alma sale volando.

28-Cierto es que, cuando al tintinear, la moneda cae en la caja, el lucro y la avaricia pueden ir en aumento, más la intercesión de la Iglesia depende sólo de la voluntad de Dios.

29-¿Quién sabe, acaso, si todas las almas del purgatorio desean ser redimidas? Hay que recordar lo que, según la leyenda, aconteció con San Severino y San Pascual.

30-Nadie está seguro de la sinceridad de su propia contrición y mucho menos de que haya obtenido la remisión plenaria.

31-Cuán raro es el hombre verdaderamente penitente, tan raro como el que en verdad adquiere indulgencias; es decir, que el tal es rarísimo.

32-Serán eternamente condenados junto con sus maestros, aquellos que crean estar seguros de su salvación mediante una carta de indulgencias.

33-Hemos de cuidarnos mucho de aquellos que afirman que las indulgencias del Papa son el inestimable don divino por el cual el hombre es reconciliado con Dios.

34-Pues aquellas gracias de perdón sólo se refieren a las penas de la satisfacción sacramental, las cuales han sido establecidas por los hombres.

35-Predican una doctrina anticristiana aquellos que enseñan que no es necesaria la contrición para los que rescatan almas o confessionalia.

36-Cualquier cristiano verdaderamente arrepentido tiene derecho a la remisión plenaria de pena y culpa, aun sin carta de indulgencias.

37-Cualquier cristiano verdadero, sea que esté vivo o muerto, tiene participación en todos lo bienes de Cristo y de la Iglesia; esta participación le ha sido concedida por Dios, aun sin cartas de indulgencias.

38-No obstante, la remisión y la participación otorgadas por el Papa no han de menospreciarse en manera alguna, porque, como ya he dicho, constituyen un anuncio de la remisión divina.

39-Es dificilísimo hasta para los teólogos más brillantes, ensalzar al mismo tiempo, ante el pueblo. La prodigalidad de las indulgencias y la verdad de la contrición.

40-La verdadera contrición busca y ama las penas, pero la profusión de las indulgencias relaja y hace que las penas sean odiadas; por lo menos, da ocasión para ello.

41-Las indulgencias apostólicas deben predicarse con cautela para que el pueblo no crea equivocadamente que deban ser preferidas a las demás buenas obras de caridad.

42-Debe enseñarse a los cristianos que no es la intención del Papa, en manera alguna, que la compra de indulgencias se compare con las obras de misericordia.

43-Hay que instruir a los cristianos que aquel que socorre al pobre o ayuda al indigente, realiza una obra mayor que si comprase indulgencias.

44-Porque la caridad crece por la obra de caridad y el hombre llega a ser mejor; en cambio, no lo es por las indulgencias, sino a lo mas, liberado de la pena.

45-Debe enseñarse a los cristianos que el que ve a un indigente y, sin prestarle atención, da su dinero para comprar indulgencias, lo que obtiene en verdad no son las indulgencias papales, sino la indignación de Dios.

46-Debe enseñarse a los cristianos que, si no son colmados de bienes superfluos, están obligados a retener lo necesario para su casa y de ningún modo derrocharlo en indulgencias.

47-Debe enseñarse a los cristianos que la compra de indulgencias queda librada a la propia voluntad y no constituye obligación.

48-Se debe enseñar a los cristianos que, al otorgar indulgencias, el Papa tanto más necesita cuanto desea una oración ferviente por su persona, antes que dinero en efectivo.

49-Hay que enseñar a los cristianos que las indulgencias papales son útiles si en ellas no ponen su confianza, pero muy nocivas si, a causa de ellas, pierden el temor de Dios.

50-Debe enseñarse a los cristianos que si el Papa conociera las exacciones de los predicadores de indulgencias, preferiría que la basílica de San Pedro se redujese a cenizas antes que construirla con la piel, la carne y los huesos de sus ovejas.

51-Debe enseñarse a los cristianos que el Papa estaría dispuesto, como es su deber, a dar de su peculio a muchísimos de aquellos a los cuales los pregoneros de indulgencias sonsacaron el dinero aun cuando para ello tuviera que vender la basílica de San Pedro, si fuera menester.

52-Vana es la confianza en la salvación por medio de una carta de indulgencias, aunque el comisario y hasta el mismo Papa pusieran su misma alma como prenda.

53-Son enemigos de Cristo y del Papa los que, para predicar indulgencias, ordenan suspender por completo la predicación de la palabra de Dios en otras iglesias.

54-Oféndese a la palabra de Dios, cuando en un mismo sermón se dedica tanto o más tiempo a las indulgencias que a ella.

55-Ha de ser la intención del Papa que si las indulgencias (que muy poco significan) se celebran con una campana, una procesión y una ceremonia, el evangelio (que es lo más importante)deba predicarse con cien campanas, cien procesiones y cien ceremonias.

56-Los tesoros de la iglesia, de donde el Papa distribuye las indulgencias, no son ni suficientemente mencionados ni conocidos entre el pueblo de Dios.

57-Que en todo caso no son temporales resulta evidente por el hecho de que muchos de los pregoneros no los derrochan, sino más bien los atesoran.

58-Tampoco son los méritos de Cristo y de los santos, porque éstos siempre obran, sin la intervención del Papa, la gracia del hombre interior y la cruz, la muerte y el infierno del hombre exterior.

59-San Lorenzo dijo que los tesoros de la iglesia eran los pobres, mas hablaba usando el término en el sentido de su época.

60-No hablamos exageradamente si afirmamos que las llaves de la iglesia (donadas por el mérito de Cristo) constituyen ese tesoro.

61-Esta claro, pues, que para la remisión de las penas y de los casos reservados, basta con la sola potestad del Papa.

62-El verdadero tesoro de la iglesia es el sacrosanto evangelio de la gloria y de la gracia de Dios.

63-Empero este tesoro es, con razón, muy odiado, puesto que hace que los primeros sean postreros.

64-En cambio, el tesoro de las indulgencias, con razón, es sumamente grato, porque hace que los postreros sean primeros.

65-Por ello, los tesoros del evangelio son redes con las cuales en otros tiempos se pescaban a hombres poseedores de bienes.

66-Los tesoros de las indulgencias son redes con las cuales ahora se pescan las riquezas de los hombres.

67-Respecto a las indulgencias que los predicadores pregonan con gracias máximas, se entiende que efectivamente lo son en cuanto proporcionan ganancias.

68-No obstante, son las gracias más pequeñas en comparación con la gracia de Dios y la piedad de la cruz.

69-Los obispos y curas están obligados a admitir con toda reverencia a los comisarios de las indulgencias apostólicas.

70-Pero tienen el deber aún más de vigilar con todos sus ojos y escuchar con todos sus oídos, para que esos hombres no prediquen sus propios ensueños en lugar de lo que el Papa les ha encomendado.

71-Quién habla contra la verdad de las indulgencias apostólicas, sea anatema y maldito.

72-Mas quien se preocupa por los excesos y demasías verbales de los predicadores de indulgencias, sea bendito.


73-Así como el Papa justamente fulmina excomunión contra los que maquinan algo, con cualquier artimaña de venta en perjuicio de las indulgencias.

74-Tanto más trata de condenar a los que bajo el pretexto de las indulgencias, intrigan en perjuicio de la caridad y la verdad.

75-Es un disparate pensar que las indulgencias del Papa sean tan eficaces como para que puedan absolver, para hablar de algo imposible, a un hombre que haya violado a la madre de Dios.

76-Decimos por el contrario, que las indulgencias papales no pueden borrar el más leve de los pecados veniales, en concierne a la culpa.

77-Afirmar que si San Pedro fuese Papa hoy, no podría conceder mayores gracias, constituye una blasfemia contra San Pedro y el Papa.

78-Sostenemos, por el contrario, que el actual Papa, como cualquier otro, dispone de mayores gracias, saber: el evangelio, las virtudes espirituales, los dones de sanidad, etc., como se dice en 1ª de Corintios 12.

79-Es blasfemia aseverar que la cruz con las armas papales llamativamente erecta, equivale a la cruz de Cristo.

80-Tendrán que rendir cuenta los obispos, curas y teólogos, al permitir que charlas tales se propongan al pueblo.

81-Esta arbitraria predicación de indulgencias hace que ni siquiera, aun para personas cultas, resulte fácil salvar el respeto que se debe al Papa, frente a las calumnias o preguntas indudablemente sutiles de los laicos.

82-Por ejemplo: ¿Por qué el Papa no vacía el purgatorio a causa de la santísima caridad y la muy apremiante necesidad de las almas, lo cual sería la más justa de todas las razones si él redime un número infinito de almas a causa del muy miserable dinero para la construcción de la basílica, lo cual es un motivo completamente insignificante?

83-Del mismo modo: ¿Por qué subsisten las misas y aniversarios por los difuntos y por qué el Papa no devuelve o permite retirar las fundaciones instituidas en beneficio de ellos, puesto que ya no es justo orar por los redimidos?

84-Del mismo modo: ¿Qué es esta nueva piedad de Dios y del Papa, según la cual conceden al impío y enemigo de Dios, por medio del dinero, redimir un alma pía y amiga de Dios, y por que no la redimen más bien, a causa de la necesidad, por gratuita caridad hacia esa misma alma pía y amada?

85-Del mismo modo: ¿Por qué los cánones penitenciales que de hecho y por el desuso desde hace tiempo están abrogados y muertos como tales, se satisfacen no obstante hasta hoy por la concesión de indulgencias, como si estuviesen en plena vigencia?

86-Del mismo modo: ¿Por qué el Papa, cuya fortuna es hoy más abundante que la de los más opulentos ricos, no construye tan sólo una basílica de San Pedro de su propio dinero, en lugar de hacerlo con el de los pobres creyentes?

87-Del mismo modo: ¿Qué es lo que remite el Papa y qué participación concede a los que por una perfecta contrición tienen ya derecho a una remisión y participación plenarias?

88-Del mismo modo: ¿Que bien mayor podría hacerse a la iglesia si el Papa, como lo hace ahora una vez, concediese estas remisiones y participaciones cien veces por día a cualquiera de los creyentes?

89-Dado que el Papa, por medio de sus indulgencias, busca más la salvación de las almas que el dinero, ¿por qué suspende las cartas e indulgencias ya anteriormente concedidas, si son igualmente eficaces?

90-Reprimir estos sagaces argumentos de los laicos sólo por la fuerza, sin desvirtuarlos con razones, significa exponer a la Iglesia y al Papa a la burla de sus enemigos y contribuir a la desdicha de los cristianos.

91-Por tanto, si las indulgencias se predicasen según el espíritu y la intención del Papa, todas esas objeciones se resolverían con facilidad o más bien no existirían.

92-Que se vayan, pues todos aquellos profetas que dicen al pueblo de Cristo: "Paz, paz"; y no hay paz.

93-Que prosperen todos aquellos profetas que dicen al pueblo: "Cruz, cruz" y no hay cruz.

94-Es menester exhortar a los cristianos que se esfuercen por seguir a Cristo, su cabeza, a través de penas, muertes e infierno.

95-Y a confiar en que entrarán al cielo a través de muchas tribulaciones, antes que por la ilusoria seguridad de paz.

jueves, 22 de octubre de 2009

Dietrich Bonhoeffer: Cristo, Señor de los no-religiosos

por Arnaud CORBIC
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"¿Cómo puede Cristo llegar a ser también Señor de los no-religiosos" en un "mundo adulto", para el que "la hipótesis de Dios" resulta ya superflua? Ésta era la preocupación, a la vez existencial y teológica, del último Bonhoeffer en sus cartas de la cautividad. El autor del presente artículo, que ha publicado recientemente un opúsculo que lleva como subtítulo "Del penúltimo al último Bonhoeffer", nos acerca a la última etapa de su vida y al testimonio de su muerte como discípulo de Jesús.

Publicación original: Dietrich Bonhoeffer, Seigneur des non-religieux, Études 3943(2001)371-382.

Edición en papel de esta edición electrónica: Revista "Selecciones de Teología" 161(2002)51-58

A partir del 5 de abril de 1943, en que fue encarcelado, Bonhoeffer no se encuentra en medio de universitarios y seminaristas, sino con prisioneros, hombres "no-religiosos" que pasan de Dios. La carta del 30.04.1944 marca un corte en su vida y en su pensamiento: ya no espera para él un cambio de situación. Las bombas amenazan con destruir la prisión de Tegel. Sabe por experiencia que "el mundo está determinado por poderes contra los que la razón no puede nada". Sin embargo, se encara con el porvenir, no tanto el suyo como el de la humanidad y el del cristianismo. Es en este contexto en el que se pregunta teológicamente y de forma programática: "Cómo hablar del cristianismo al margen de todo lenguaje religioso? ¿Cómo hablar de Dios sin religión?"

Un lenguaje renovado

Si en la carta del 30.04.1944 formulaba Bonhoeffer estas preguntas, en la del 5.05. 1944 esboza una respuesta: hay que hablar de Dios "en la mundanidad" (weltlich: en la realidad de este mundo), tal como habla de Dios el AT, o sea, en la finitud y en las pasiones humanas, en el límite y en la realidad de las cosas, como lo que hace que el mundo sea mundo, mientras que el a priori metafísico impone al mundo hablar de Dios como fuera y más allá de los límites. Escribe Bonhoeffer: "En este momento, mi reflexión se centra en cómo se podría renovar "laicamente" (weltlich: en la mundanidad) -en el sentido del AT y de Jn 1, 14- la interpretación de conceptos como arrepentimiento, fe, justificación, nuevo nacimiento, santificación". Para él, en el AT, el más allá y la victoria sobre la muerte se viven siempre "en el más acá" (Diesseitigkeit) y remiten al hombre a la finitud en la historia.

En el Esbozo de un estudio, redactado en prisión, a propósito del tema mundanidad (Weltlichkeit) y Dios escribía Bonhoeffer que "nuestra relación con Dios no es una relación "religiosa" con el ser mas elevado, más poderoso, que se pueda imaginar -ahí no está la verdadera trascendencia-, sino que consiste en una nueva vida "para los demás", en la participación en la existencia de Jesús. No son las tareas infinitas e inaccesibles las que constituyen la trascendencia, sino el prójimo que hallamos en nuestro camino".

"El mundo, mayor de edad"

Entre el 30 de abril y el 18 de julio de 1944 toma Bonhoeffer una conciencia cada vez más aguda de que, a consecuencia de una evolución histórica producida principalmente por el siglo de las Luces, el mundo ha llegado a su mayoría de edad, ha adquirido una cierta autonomía, una autosuficiencia en numerosos ámbitos, y esto de manera irreversible.

El mundo ha aprendido a resolver todas las cuestiones importantes sin apelar a la "hipótesis Dios". Y esto vale -para Bonhoeffer- no sólo para las cuestiones científicas y artísticas, sino también para las éticas e incluso para las religiosas. Corno en el ámbito científico, también en el humano, Dios es empujado cada vez más lejos, fuera de la vida: él pierde terreno.

Bonhoeffer analiza esta nueva forma que adopta el ateísmo en la modernidad. Hay en él un desplazamiento significativo: no se trata tanto de la negación de la existencia de Dios como de la afirmación de su inutilidad. Cuando el mundo era "menor de edad", la "hipótesis Dios" poseía todavía su utilidad. Pero, alcanzada la mayoría de edad, el mundo pasa fácilmente de Dios. Es lo que Bonhoeffer constata en el contexto arreligioso de la prisión, sensible a este ateísmo práctico. Y da su diagnóstico:

"Las personas religiosas hablan de Dios cuando los conocimientos humanos (a veces por pereza) chocan con sus límites o cuando las fuerzas humanas fallan. En el fondo se trata de un deus ex machina que ellos hacen salir a escena para resolver problemas aparentemente insolubles o para intervenir en ayuda de la impotencia humana. En una palabra: explotan siempre la debilidad y los límites de los seres humanos. Evidentemente, esta manera de actuar sólo puede durar hasta el día en que los seres humanos, con sus propias fuerzas, harán retroceder un poco sus límites y en que el deus ex machina resultará superfluo".

Y prosigue:

"Me gustaría hablar de Dios, no en los límites, sino en el centro, no en la debilidad, sino en la fuerza, no a propósito de la muerte y de la falta, sino en la vida y la bondad del ser humano. En los límites, me parece preferible callarse y dejar sin resolver lo que no tiene solución (...). Dios está en el centro de nuestra vida, estando más allá de ella".

Bonhoeffer piensa a Dios en la positividad, en el centro de la realidad. El Dios viviente ha creado y crea el mundo. Éste posee su autonomía. Reposa en la mano de Dios. Y por esto Dios no tiene necesidad de intervenir en él de modo visible o milagroso. Pues, como Creador que es, constituye el centro absoluto de la realidad.

Bonhoeffer pone en guardia al teólogo contra toda apologético que intente probar a este mundo adulto que no puede vivir sin el "tutor Dios". "Desearía llegar -escribe- a que Dios no sea introducido fraudulentamente por un vericueto hábilmente disimulado, sino que se reconozca simplemente el carácter adulto del mundo y del ser humano." La mayoría de edad hay que comprenderla positivamente, "mejor de lo que ella misma se comprende, mediante Cristo y el Evangelio".Y esto sin intentar "camuflar el ateísmo del mundo; por el contrario, es preciso quitarle el velo. Y es justamente así como cae sobre el mundo una luz sorprendente. El mundo adulto es un mundo sin Dios y por esto acaso está más cerca de Dios de lo que lo estaba el mundo menor de edad".

"Etsi Deus non daretur"

Partiendo de la constatación empírica de la mayoría de edad del mundo, le dio Bonhoeffer una interpretación teológica con miras no sólo a la humanidad, sino también a la cristología, invitando a una nueva comprensión del ser humano y de Dios, que encuentra su fundamento en la cristología:

"No podemos ser honestos sin reconocer que es necesario que vivamos en el mundo etsi Deus non daretur.(...). Llegados a la mayoría de edad, hemos de reconocer de forma más verdadera nuestra situación ante Dios. Dios nos hace saber que es preciso que vivamos como seres humanos que llegan a vivir sin Dios. ¡El Dios que está con nosotros es el que nos abandona (Mc 15,34)! El Dios que nos deja vivir en el mundo sin la hipótesis de trabajo "Dios" es aquél ante el cual estamos constantemente. Ante Dios y con Dios vivimos sin Dios. Dios se deja desalojar del mundo y clavar en cruz. Dios es impotente y débil en el mundo y sólo así está con nosotros y nos ayuda. Mt 8,17 nos indica claramente que Cristo nos ayuda, no por su omnipotencia, sino por su debilidad y sus sufrimientos."

"He aquí la diferencia decisiva con todas las demás religiones. La religiosidad del ser humano le remite en su miseria al poder de Dios en el mundo: Dios es el deus ex machina. La Biblia le remite al sufrimiento y a la debilidad de Dios. Sólo el Dios sufriente puede ayudar. En este sentido, se puede decir que la evolución del mundo hacia la edad adulta, haciendo tabla rasa de una falsa imagen de Dios, libera la mirada del ser humano para dirigirla hacia el Dios de la Biblia, que adquiere su poder y su lugar en el mundo por su impotencia."

Esta es la radicalización cristológica operada por el último Bonhoeffer. El argumento cristológico es el de la redención en la pasión y crucifixión de Cristo. Dios ya no es el deus ex machine pretendidamente todopoderoso, hecho a medida de nuestras concepciones del poder, al que se puede apelar cuando uno está escaso de soluciones, sino que el Dios de la Revelación es el que nos abandona, el que nos salva por su receso y su impotencia en este mundo. Este es el Dios revelado, el Dios que ninguna sabiduría humana, ninguna religión, se ha atrevido a proponer. Pero hay que pesar las palabras: "Dios nos hace saber que es preciso vivir como seres humanos que llegan a vivir sin Dios. El Dios que está con nosotros es el que nos abandona. El Dios que nos deja vivir en el mundo sin la hipótesis de trabajo Dios, es aquél delante del cual estamos constantemente".

Advirtamos que Dios continúa siendo el sujeto de todas las frases. Ni el cristianismo se convierte en ateísmo ni el ateísmo en cristianismo. Es la experiencia del ateísmo del mundo, llegado a su mayoría de edad, la que alcanza aquello que la Revelación cristiana tiene de único y que acontece en la cruz: es en la experiencia del receso de Dios como el ser humano se deja alcanzar por Dios. Igualmente, "vivir en el mundo etsi Deus non daretur", o sea, como si Dios no fuese dado (se sobreentiende: como "hipótesis"), para el último Bonhoeffer, significa, no "como si Dios no existiese", sino que Dios no puede ya ser presupuesto, precisamente en un "mundo llegado a la mayoría de edad" y arreligioso, para el cual "la hipótesis de Dios" resulta, en lo sucesivo, superflua.

"La disciplina del arcano"

Hasta tres veces menciona Bonhoeffer la "disciplina del arcano" . "Es necesario -escribe- restablecer una disciplina del arcano, por la que los misterios de la fe cristiana deben ser protegidos de la profanación". Por analogía con la Iglesia antigua que no presentaba los misterios cristianos sin una larga iniciación, es preciso no mezclar la consolación de Dios con las realidades dramáticas del ser humano ni separar el cristianismo de la realidad.

Para el último Bonhoeffer, el cristianismo y la Iglesia no se diluye en el mundo, sino que la Iglesia sigue siendo una Iglesia de bautizados en Cristo, cuyo testimonio será precisamente oculto: "Nuestro ser cristiano no puede tener hoy sino dos aspectos: la plegaria y la acción por los seres humanos según la justicia.(...). La vida de los cristianos será silenciosa y oculta. Pero habrá seres humanos que orarán, actuarán con justicia y esperarán el tiempo de Dios". La Iglesia es siempre Cristo bajo forma de comunidad, escondido entre los seres humanos, existiendo "para los demás". Y viviendo de la sola gracia.
Para Bonhoeffer, hay asimismo una necesario pudor o interioridad de la fe, que no tiene nada que ver con la ostentación religiosa y que, por el contrario permite una presencia en el mundo más profunda y respetuosa de su autonomía. En una carta expresa así su malestar en presencia de los que hablan en una "terminología religiosa":

"Me pregunto a menudo por qué un instinto cristiano me inclina con frecuencia hacia las personas que no son religiosas, más bien que hacia las que lo son. Y esto no con una intención misionera, sino casi fraternalmente. Mientras que, frente a personas religiosas, con frecuencia no me atrevo a pronunciar el nombre de Dios -porque tengo la impresión de que produzco un sonido falso y de que no soy honesto- (...) frente a personas no religiosas puedo ocasionalmente nombrar a Dios con toda tranquilidad y como algo que cae por su peso".

Las realidades "últimas" y "penúltimas"

Por "realidades últimas" entiende Bonhoeffer el acontecimiento de la Revelación en Cristo y por "realidades penúltimas", el mundo en que vivimos. Ahora bien, Cristo, la última Palabra que no pasará jamás y que pone su sello en todas las cosas, no sólo hace que "lo penúltimo" -las realidades humanas ordinarias y banales de la existencia- se presente, sino que se remite continuamente a ello. Para él, la fe nos remite, no a unos problemas religiosos, sino a nuestras tareas humanas: "Nuestra mirada se dirige hacia las realidades últimas, pero tenemos todavía nuestras tareas, nuestras alegrías y nuestros sufrimientos en esta tierra".

"Sólo si se ama la vida y la tierra lo bastante para que todo parezca acabado cuando ellas están perdidas, se tiene el derecho de creer en la resurrección de los muertos y en un mundo nuevo (...). El que quiere pasar inmediatamente al NT, a mi juicio, no es cristiano (...). La última palabra no debe preceder a lo penúltimo. Vivimos en las realidades penúltimas y esperamos, en la fe, las últimas."

Bonhoeffer utiliza aquí un argumento a fortiori -"Sólo si... "para significar que Cristo, con su santidad, no arrasa lo que precede, sino que asume y culmina infinitamente lo que ya era "bueno", y en lo que él se apoya, superándolo, revelando así de nuevo el "precio". Lo que hay de último y definitivo en la Revelación de Dios, precisamente en el hombre Jesús, no anula ni la realidad ni el valor -únicos- de lo que es "penúltimo", terrestre, provisional y frágil, sino que lo eleva y lo "salva" para darle gratuitamente todo su valor. En este sentido, ya que lo "último", que es Cristo, remite a lo "penúltimo", que es el mundo con sus tareas humanas, "Cristo puede llegar a ser también el Señor de los no-religiosos".



Llegar a ser "un ser humano y un cristiano"

Antes de desentrañar el contenido de la carta del 21.07.1944, conviene recordar el contexto: desde la prisión de Tegel, Bonhoeffer escribe a su amigo Bethge, el día siguiente del complot abortado contra Hitler, en el que él estaba implicado. Sabe que apenas queda esperanza para él, no sólo de salir en libertad, sino también en vida. Ahora bien, durante su cautividad encuentra personas que, sin invocar a Dios, permanecen profundamente humanas hasta el fin. Es en este contexto en el que él prolonga su cuestionamiento teológico: "¿Cómo puede Cristo llegar a ser también Señor de los no-religiosos?".

En esta carta Bonhoeffer constata positivamente el proyecto del hombre moderno de llegar a ser humano sin "Dios", sin un "Dios" que deshumanizaría, indicando al mismo tiempo el camino de humanización al que conduce el proyecto de llegar a ser más humano con el Dios revelado en el hombre Jesús. Recuerda que "el cristiano no es un homo religiosus, sino simplemente un hombre, como Jesús era un hombre por contraposición a Juan Bautista".

Conviene evitar un malentendido. Sería un contrasentido tomar al Bonhoeffer de 1944-45 por un teólogo que anunciase un cristianismo secularizado, un humanismo modelado sobre el ateísmo, en que Jesús sería una referencia histórica entre otras. Bonhoeffer no se convierte en ateo. Hay que pesar todas las palabras de la carta del 21.07.1944:

"El cristiano es terrestre, no de manera anodina y banal, como la gente ilustrada, eficaces, indolentes o lascivos, sino que es disciplinado y el conocimiento de la muerte y de la resurrección está siempre presente en él. Creo que Lutero vivió de esta forma".

Afirmar que "el cristianismo no es de este mundo" significa -para Bonhoeffer- que no es una religión, la cual:

1) apoyándose sobre un presupuesto metafísico, apunta a un más allá del mundo para huir de la realidad de este mundo;

2) apoyándose sobre el presupuesto de la interioridad o "alma", por oposición a la exterioridad y a la historia, conduce al individualismo y a la autosatisfacción por las propias obras;

3) apoyándose sobre el presupuesto de la parcialidad, la religión se reserva un ámbito separado de lo profano: lo sagrado.

Pues bien, para Bonhoeffer, es ahí todavía donde la experiencia del ateísmo del "mundo que ha llegado a su mayoría de edad" alcanza el culmen de la Revelación divina. Pues, paradójicamente, Dios no se ha revelado en un hombre religioso en el triple sentido mencionado, sino en, por y como un ser humano (Mensch); no en un sacerdote, sino en, "ser humano sin más"; no en lo sagrado, sino simplemente en la vida humana. Jesús no es Juan Bautista: "Vino Juan Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Está endemoniado. Vino el Hijo del hombre que come y bebe, y decís: Mirad qué comilón y bebedor, amigo de recaudadores y pecadores"(Lc 7,33.34), o sea, de los "no-religiosos".

Para Bonhoeffer, Cristo no es un hombre de lo sagrado, sino un homo humanus: un humano que vive lo humano con cada ser humano, revelando así la profundidad de gracia en lo interior mismo de lo humano. Para él, si Dios ha asumido plenamente nuestra humanidad en su Hijo, es bueno para el hombre ser hombre, llegar a serlo y seguir siéndolo, para ser, tras las huellas de Cristo, un hombre con y para los demás.

De la misma manera, si Dios lo ha creado todo y lo ha querido salvar todo en su Verbo hecho carne, todo lo que es carne, "la vida humana entera", debe ser también el lugar de su presencia y no sólo el ámbito litúrgico. Es en este sentido como hay que comprender que "el cristiano es terrestre". Consiguientemente, no es que el cristianismo esté reservado a una élite piadosa que crece al socaire de lo sagrado, si que el cristiano sigue a Cristo convirtiéndose radicalmente en hombre, y no con las prácticas religiosas. En este sentido, "Cristo puede llegar a ser también Señor de los no-religiosos". El "ser cristiano" recibe de la Encarnación su significado último: es llegar a ser humano en el sentido pleno de la palabra, y seguir siéndolo en el contexto deshumanizante de la prisión. En la misma carta escribe Bonhoeffer:

"Sigo aprendiendo que es viviendo plenamente la vida terrestre como uno llega a creer. Cuando se ha renunciado completamente a llegar a ser alguien -un santo o un pecador convertido o un hombre de Iglesia- (...), a fin de vivir en la multitud de tareas, de cuestiones (...), de experiencias y de perplejidades(...), entonces uno se pone plenamente en manos de Dios, uno toma en serio, no sus propios sufrimientos, sino los de Dios en el mundo, donde vela con Cristo en Getsemaní (...); es así como uno llega a ser un ser humano, un cristiano".

Tal es la radicalización cristológica operada desde el ángulo de la humanidad de Dios por el último Bonhoeffer: llegar a ser un ser humano, y no sólo un "cristiano", porque Dios mismo se ha revelado absolutamente en un ser humano -en Jesús- "con" y "por los demás".



La muerte de Bonhoeffer, un lugar teológico privilegiado

Hasta septiembre de 1944, en la prisión disponía Bonhoeffer de libros, de posibilidad de escribir y de fumar. Después que el 22 deseptiembre la Gestapo descubrió papeles comprometedores para el grupo de Resistencia al que pertenecía, el 8 de octubre es trasladado de Tegel a la prisión de la Gestapo en Berlín y de allí a Buchenwald y finalmente a Flossenbürg. En adelante cesan las cartas y se rompen los contactos con el mundo exterior. Bonhoeffer sabe que va a morir. Podríamos terminar donde acaban sus cartas. Pero su muerte nos parece un lugar teológico privilegiado para meditar y orar, como lo muestra el relato de quienes pudieron tener algún contacto con él. Un oficial se expresa así:

"Bonhoeffer era todo humildad y serenidad. Me parecía siempre que irradiaba una atmósfera de bondad, de gozo, a propósito de los más pequeños acontecimientos de la vida, así como de profunda gratitud por el simple hecho de estar en vida (...). Fue uno de los raros seres humanos que he encontrado para el que Dios era una realidad, y siempre cercana."

Un rabino, que no había conocido a Bonhoeffer, escribió a E.Bethge, después de la publicación de Resistencia y sumisión que Bonhoeffer le había hecho comprender por primera vez que se puede amar a Jesucristo. El médico del campo, al que Bonhoeffer fue conducido para ser ejecutado, relata así su muerte:

"He visto al pastor Bonhoeffer de rodillas delante de su Dios en intensa plegaria. La manera perfectamente sumisa y segura de ser escuchado, con la que este hombre extraordinariamente simpático oraba, me conmovió profundamente. En el lugar de la ejecución todavía oró, luego subió al cadalso. La muerte tuvo lugar en pocos segundos. Durante los cincuenta años que llevo de práctica médica no he visto morir a un ser humano tan totalmente abandonado en las manos de Dios".

La muerte de Dietrich Bonhoeffer nos parece un lugar teológico privilegiado por cuanto, última y radicalmente, da testimonio de la unidad de la vida y del pensamiento de un ser humano, de un cristiano, de un teólogo: él realiza en su existencia lo que él ha pensado teológicamente. La inscripción grabada sobre la placa conmemorativa de la iglesia de Flossenbürg, donde fue ejecutado, -"Testigo de Jesucristo entre sus hermanos"- nos parece que expresa bien lo que Bonhoeffer no ha cesado jamás de ser durante su vida: un compañero de humanidad, el ser humano y el pastor que confiesa hasta el fin a Cristo, Señor.


Tradujo y condensó: Márius SALA
Relat 292
tomado de: http://recursosteologicos.org

sábado, 17 de octubre de 2009

Dios Padre y Madre (estudio y reflexion)

"No es cuestión modas feministas (aunque las teólogas feministas han ayudado). No es, sólo,
gracias al libro de Leonardo Boff "El rostro materno de Dios". En la Sagrada Escritura Dios se nos ha revelado con símbolos masculinos y femeninos, padre-madre. Lo dijo Juan Pablo I: "Dios es Padre, pero sobre todo, es Madre". No hay duda. Dios es, también, mamá.

Nota: si todos los temas son "complejos" el que nos ocupa lo es especialmente. Téngase en cuenta
de cara a la profundización necesaria más allá de estos sencillos materiales.

DINÁMICA PARA COMENZAR LA REUNIÓN

1. Se entregan diez octavillas a cada participante. En las cinco octavillas primeras deben anotar las CINCO CUALIDADES FEMENINAS más importantes que debe cultivar un hombre (una cualidad en cada octavilla). En las octavillas restantes han de anotar CINCO CUALIDADES "MASCULINAS" (una cualidad en cada octavilla) que debe cultivar una mujer.
2. A continuación cada participante va exponiendo las cualidades Femeninas y justificando su
opción. Posteriormente se hace lo mismo con las masculinas.
3. ¿Hay cualidades que sólo se pueden aplicar al hombre o sólo se pueden aplicar a la mujer? ¿Por qué?
4. ¿Cuáles de estas cualidades son "aplicables" a Dios? ¿Por qué? ¿Recuerdan algún texto de la
Palabra de Dios que lo justifique?
5. Juan Pablo 1 dijo en una audiencia que: "Dios es Padre, pero, sobre todo Madre" ¿Qué
te sugiere esta afirmación?

PALABRA DE DIOS
En su obra "El rostro materno de Dios" Leonardo Boff afirma que en las Escrituras y la tradición de la fe no se nos presenta ordinariamente a Dios como ELLA, sino como ÉL. El cristianismo no profesa que Dios se haya hecho mujer, sino varón, ya que el Verbo eterno asumió a un *judío de sexo masculino, Jesús de Nazaret, por el cual nos vino la salvación y la revelación última de Dios, tal como él es. Dios se nos ha presentado como padre y no como Madre. Tiene un Hijo eterno y no una Hija. Casi todos los conceptos clave del judeo-cristianismo tienen un trasfondo masculino".
Sin embargo, en la tradición bíblica Dios no aparece únicamente bajo el lenguaje masculino.
También lo femenino es vehículo expresivo para la revelación de Dios. Algunos textos de la Palabra son éstos:
- Dios se compara a una madre que consuela a sus hijos "Como consuela la propia madre así os
consolaré yo (Is 66,13) "; al final de la historia, Dios tendrá un gesto de madre amorosa, en jugando las lágrimas de nuestros ojos cansados de tanto llorar (Ap 5 1,4);
- Dios-madre es incapaz de olvidarse M hijo de sus entrañas: "Sión decía: "me ha abandonado Dios, el Señor me ha olvidado" ¿Acaso olvida una mujer a su hijo, y no se apiada M fruto. de sus
entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré" (Is 49, 14-15; ver también Sal 25,6 y Sal
116,5);
- La tradición profética describe el comportamiento maternal de Dios para con su pueblo: " Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo [...] "Yo enseñé a andar a Efraín y lo llevé en mis brazos. Con cuerdas *de ternura, con lazos de amor, los atraía; fui para ellos como quien alza un niño hasta sus mejillas y se inclina hasta él para darle de comer [...] El corazón me da un vuelco, todas mis entrañas se estremecen" (Os 11, 1-8);
- "¡Si es mi hijo Efraín mi niño mi encanto! Cada vez que lo reprendo, me acuerdo de ello, se me
conmueven las entrañas y cedo a la compasión" (Jer 31,20);
- También Jesús se compara con una madre que quiere reunir a los hijos bajo su protección (Lc
13,34);
- En la tradición sapiencial, la sabiduría de Dios se presenta personificada en una figura femenina
(Prov 8,22-26; Eclo 24,9); entre la Sabiduría y la Mujer existe una estrecha correlación, que permite una transmutación simbólica entre la una y la otra (Prov 31,10.26.30); en el Nuevo Testamento Cristo es identificado con la Sabiduría de Dios (I Cor 1,24-3O; Mt 11, 19; Jn 6,35).
REFLEXIÓN
Dios no es masculino ni femenino. Pero en su naturaleza reúne -de manera eminente- cuanto de
bueno, gozoso y benéfico hay en el hombre y la mujer. Por eso puede decirse que Dios es Él y Ella, y también que no es ninguno de los dos... La limitación de nuestro lenguaje (inevitablemente
antropomórfico) se halla agravada por los estereotipos femeninos y masculinos que en la sociedad se han venido transmitiendo a través de muchas generaciones y que poco a poco, gracias a Dios y a la lucha de hombres y mujeres, van siendo cuestionados y superados... Así, al imaginar y al hablar de Dios como madre o como padre, hemos de caer en la cuenta de lo limitadas que son éstas y cualesquiera otras metáforas para expresar el amor de Dios y cómo, por consiguiente, no podemos absolutizar ninguna de ellas, sino más bien emplearlas complementariamente.
En este sentido, la teóloga Sallie McFague escribe que las metáforas, lejos de reducir a Dios a lo
que nosotros comprendemos, subrayan, por su diversidad y su falta de adecuación, la
incognoscibilidad de Dios. Esta característica del lenguaje metafórico sobre Dios se pierde, sin
embargo, cuando sólo se utiliza la relación personal padre-hijo como única referencia para hablar de la relación entre Dios y el ser humano. En realidad, al excluir de la metáfora otras relaciones, el modelo del padre se convierte en objeto idolátrico, pues se acaba considerándolo como una
descripción de Dios. En consecuencia, una razón para incluir las referencias maternas en el discurso de una tradición en la que el modelo paterno ha prevalecido siempre es la de poner énfasis en algo en lo que la tradición teológica negativa no ha dejado de insistir: Dios es, a la vez, parecido y distinto de lo que indican nuestras metáforas.
Pero existen razones suplementarias para utilizar tanto metáforas femeninas como masculinos
sobre Dios. La más obvia es que, dado que los seres humanos son masculinos y femeninos, si
tratamos de imaginar a Dios "a imagen de Dios" -es decir, de nosotros mismos-, deberán utilizarse metáforas masculinos y femeninas" (en "Modelos de Dios. Teología para una era ecológica y nuclear", Ed. Sal Terrae Santander 1994, pp. 164-165 ).
"Pero ese Dios Padre ¿es una figura enteramente masculina?" A este respecto, impulsado por los
estudios de las teólogas feministas hoy sé mejor que nunca que ese Dios no es varón, que no es ni
masculino ni femenino, que transciende la masculinidad y la feminidad, que todos los conceptos que aplicamos m Dios, incluida ¡m palabra "padre" son analogías y metáforas, sólo símbolos y claves, y que ninguno de esos símbolos "fija" m Dios de tal manera que en nombre de ese Dios patriarcal se pueda impedir, por ejemplo, la liberación de las mujeres en ¡m sociedad y la ordenación de las
mujeres en la Iglesia.
Pero sí sé que Dios es el misterio indecible de nuestra realidad y que abarca y suprime
positivamente todas las oposiciones de este mundo (coincidencia oppositorum, como lo llamó
Nicolás de Cusa), entonces, si se tiene en cuenta que los hombres no disponemos de nombres
superiores m los nombres humanos y "padre" o "madre" nos dicen más que "lo absoluto" o "el ser en sí", entonces podemos rezar otra vez, con toda sencillez y al mismo tiempo postpatriarcalmente. 0 sea, incluyendo ¡m calidad materna de Dios como Jesús nos enseñó m rezar hace casi dos mil
años: "Padre nuestro". (Hans Küng, "Credo", Ed. Trotta, Madrid 1994, p. 36)
TESTIMONIO
Desde que tengo conciencia he sentido más honda en mí que yo misma, una "presencia amorosa"
que me atraía, seducía y avivaba del deseo Me amar y ser amada. Buscaba colmar ni anhelo, sin
hallar quien lo satisficiera, Tras muchas dudas y resistencias un día decidí en medio de un gran
gozo entregar mi vida al Amor, siguiendo a Jesús. Fue el comienzo de un camino aún inacabado, en el que se me va desvelando poco m poco el rostro de Dios como padre-Madre, Brevemente evoco los momentos más importantes de un caminar en el que me voy sintiendo cada vez más hermana de todo lo que vive.
Transcurrieron los años y me fui enredando y olvidando del amor primero. Me sentía dividida, sufría, y de pronto, en un momento de gran consciencia sobre mi pobreza existencial, percibí a Dios como una energía vital que me unificaba, me recreaba, me hacía ser yo misma". Me sentí renacer en sus entrañas. Como Madre, me dio a luz como Padre me dijo "sé tú misma". Nunca podré olvidar aquel encuentro. En adelante mi existencia no se explicaba ni tenía sentido sino desde Dios. El era el don más inmenso nunca hasta entonces tan valorado. Y desde entonces me sentí "hija suya", de Él amada y renacida.
Años más tarde harta de tanto ruido externo e interno busqué ardientemente el silencio de nuevo. Dios se me hizo ver como energía vital dando la existencia a todo. Y llamé hermana, hermano a cuento sentía vivir a mi alrededor. Cosas, animales,. personas brotamos del mismo amor que permanentemente nos recrea. Toda la creación es buena. En un viaje ocasional a Oriente mientras oraba en un monasterio Taoista, al mismo y único Dios a quien todos los creyentes buscamos, se me hizo presente la imagen del "crucificado". Asombrada percibí a Dios abrazándonos a todos, creyentes o no, cristianos o no en su Hijo, el ''crucificado, resucitado''. Sus brazos se extendían, hasta las cloacas de Karragasaki un barrio marginal de la gran Osaka, y se prolongaban encamado en los de un Franciscano cuyo testimonio me había sorprendido. Renunciando a su cátedra deEscritura compartía la vida de los pobres, tratando de cambiar su tan inhumana situación. Desde entonces me siento más hermana de los pobres, de las víctimas de nuestras injusticias, odios, violencias, y también de cuantos, creyentes o no, se unen para humanizar el mundo. Y me asombro, y doy gracias, y pobremente trato de aportar mi granito de arena.
Recuerdo con cariño el día en que una mujer prostituida y marginada, a quien conocí en un centro de acogida de Cáritas, me dio la clave para expresar mi experiencia de Dios. "Soy feliz, me dijo, por primera vez en mi vida, aquí me han querido a cambio de nada". Ese es Dios Padre, Madre, el que nos quiere a cambio de nada. Dichosos los pobres de corazón, que se dejan amar por Dios.
Hace un año en Rwanda gritaba a Dios mi dolor por las víctimas de¡ genocidio y de las actuales
represalias. Un rayito de sol atravesó la vidiríera y me acaricó el hombro, sentí el calor de su cariño posándose en mí. Me resonó su Palabra: "Dios hace salir el sol sobre buenos y malos, justos e injustos". Y asombrada le adoré. Los mismos rayos que me acariciaron alcanzaban a quienes manipulaban el hacha o la metralleta, y a sus víctimas. Aquello me adentro en el misterio del amor del Padre-Madre, y despertó en mí el deseo de amar con mayor ternura a los otros pecadores como yo.
En cada uno de estos momentos hay dolor, propio o ajeno, muerte vencida por la vida, amor de Dios Padre-Madre. Por eso amarle a Él es amar la vida y trabajar para recrearla en mis hemanas/os. Ante tanto bien recibido, trato de colaborar en el logro de la comunión universal, la reconciliación, mediante la lucha contra la injusticia, la búsqueda de la verdad, y el diálogo con las mujeres y los hombres que desde la fe o sin ella trabajan por un mundo más humano, en el que nos amemos como hemanas/os.
Teresa Ruiz Cebeiro

lunes, 7 de septiembre de 2009

ORDEN ECLESIASTICO DE LAS IGLESIAS REFORMADAS

Iglesias Reformadas en Argentina

Orden Eclesiástico
Revisión noviembre 2003


PRELIMINARES

Este Orden Eclesiástico fija normas y pautas para la vida y la tarea de la Iglesia, abocada a cumplir el cometido que responde al llamado de la Biblia y de su propia confesión. El apóstol Pablo nos ordena que debemos hacerlo todo decentemente y con orden. (1 Corintios 14:40).
El mismo regula los siguientes asuntos relevantes para la Iglesia:





CONTENIDO


CAPITULO               TITULO                                 ARTICULOS
I.                                  Sus oficios                            Art.   1 al 22
II.                                 Sus asambleas                    Art. 23 al 49
III.                                Sus tareas                            Art. 50 al 71
IV.                               Su disciplina                         Art. 72 al 89
V.                                Sus relaciones                     Art. 90 al 96
VI.                               Sus compromisos                Art. 97 al 100








CAPITULO I
LOS OFICIOS DE LAS IGLESIAS

Art. 1  Cristo confía las tareas de servicio de la iglesia al Ministro de la palabra, al                                                                                                Anciano y al Diácono. Estos tres oficios se diferencian por la tarea asignada y no por dignidad u honor.

Art. 2   Todo miembro confesante cuya vida responde a demandas bíblicas, podrá desempeñar uno de éstos tres oficios, luego de haber sido legalmente llamado y confirmado.

Art. 3   El llamado para desempeñar un oficio lo debe extender el Consejo. Lo extenderá después de supervisar una votación de la congregación entre los candidatos que presentó, generalmente el doble de las vacantes a cubrir.
El Consejo puede dar oportunidad a los miembros de la congregación de presentar por escrito nombres de personas idóneas para el oficio.
Podrán votar los miembros confesantes. La votación se efectuará según las reglas que el Consejo ha fijado luego de invocar la dirección divina.
Para corroborar la anuencia de la congregación, el Consejo dará a conocer durante dos domingos consecutivos los nombres de los hermanos que fueron elegidos y que deben ser confirmados. Si no se presenta objeciones o si el Consejo considera que las que se presentaron fueron infundadas, se procederá a confirmar a los hermanos en un culto, haciéndose uso de los formularios que el Sínodo fijo con tal fin.
Para cubrir alguna vacante el Consejo también podrá proponer le designación directa de un hermano, debiendo comunicar a la congregación la motivación de su proceder.

Art. 4. Se admitirá el oficio de Ministro de la palabra[1] sólo a quién posea una sólida preparación teológica[2].
Quién haya seguido tal preparación en el Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos (I.S.E.D.E.T.) podrá presentarse al Sínodo con los correspondientes comprobantes para su examen. El Sínodo lo declarará facultado para recibir un llamado, todo ello según estipulaciones sinodales.
Quien no haya seguido la antedicha preparación teológica, el Sínodo decidirá en su primera reunión, habiendo acordado estipulaciones previas.

Art. 5.  Se prescindirá de la norma de una adecuada instrucción teológica previa solo cuando se manifieste convincentemente que una persona posee tales talentos excepcionales e indispensables para ser Ministro de la Palabra, de manera que, pese a la falta de esa instrucción, se le pueda considerar capacitado para servir a las Iglesias. Deberá poder predicar de manera edificante y además contar con los dones de piedad, humildad, sabiduría y poder de discernimiento espiritual, entre otros.
El Sínodo investigará exhaustivamente si ésta persona, que debe presentar una declaración escrita y un aval del Consejo de la iglesia más cercana a la suya, posee efectivamente ésos talentos y puede postularse para un examen sinodal de conocimientos, vida y doctrina.

Art. 6. Un Ministro de la Palabra será llamado conforme a las estipulaciones del Sínodo.
Las congregaciones que cuentan con un Ministro de la Palabra consejero designado o a confirmar por el Sínodo, no extenderán un llamado sin haberlo consultado.
Un Ministro de la Palabra que está sirviendo a una congregación y recibe un llamado de otra, será confirmado cuando ha aceptado tal llamado y ha presentado una certificación de su partida y el correspondiente pase eclesiástico.
Cuando un candidato al Ministerio de la Palabra recibe el llamado de una Iglesia, presentará el pase eclesiástico de la congregación a la que pertenece y será ordenado en un culto con imposición de manos por el Ministro de la Palabra actuante y otros Ministros de la Palabra presentes.

Art. 7. Un Ministro de la Palabra o un Candidato al Ministerio de la Palabra que reciba un llamado para una tarea especial, recibirá una preparación para la misma a determinar por el Sínodo. En el caso del candidato al Ministerio de la Palabra, éste examen coincidirá con lo expuesto en el art. 4. A) de éste Orden Eclesiástico.

Art. 8. La tarea de un Ministro de la Palabra consiste en predicar la Palabra a la Congregación y eventualmente anunciarla a los que están alejados de ella, y al pueblo en general, administrar los sacramentos, impartir la bendición y efectuar toda otra tarea referente a la dirección de cultos, confirmar en sus oficios a los que son elegidos, confirmar los matrimonios y enseñar la doctrina según lo que afirman los Tres Formularios de Unidad. Deben además, junto con los Ancianos, cuidar pastoralmente a la congregación, amonestar y aplicar la disciplina, visitar fielmente a los miembros de la congregación y procurar que todos lleguen a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios (Ef. 4:13a).
El Consejo puede encomendar al Ministro de la Palabra una tarea especial y eximirlo entonces de alguna(s) de las tareas recién enunciadas.

Art. 9. Toda congregación que llame a un Ministro de la Palabra debe proveer a él y a su familia de su subsistencia, “conforme a las leyes vigentes”[3]. Debe también hacerlo si el Ministro de la Palabra se ve impedido temporalmente de efectuar su tarea por enfermedad u otro motivo valedero.
La remuneración pastoral que le corresponde está fijada en un escalafón que una instancia sinodal dará a conocer regularmente.

Art. 10. El Consejo desligará a un Ministro de la Palabra del vínculo que lo une a la congregación que lo llamó sólo cuando cuenta con la aprobación del Sínodo que lo admitió o de la instancia que el Sínodo nombró, corroborando que no puede continuar sirviendo con edificación a la congregación ni tampoco existe motivo alguno para la aplicación de la disciplina.
Este mismo Consejo debe continuar proveyéndole de subsistencia, también a su familia, según la reglamentación que el Sínodo fijó, mientras otra congregación no lo haya llamado.

Art. 11. El Sínodo puede proceder a desligar definitivamente a un Ministro de la Palabra del servicio de las Iglesias, si confirma con una mayoría de por lo menos dos tercios de los votos de los delegados, la opinión del Consejo que debió primeramente contar con la colaboración del Consejo de la Iglesia más cercana y de la instancia que represente al Sínodo, de que su Ministro de la Palabra no puede continuar sirviendo de manera edificante a la Iglesia, no existiendo motivo alguno para concederle el emeritado ni aplicarle la disciplina.
Si correspondiere, el Consejo le abonará una indemnización proporcional a sus años de ministerio, según la reglamentación que fijó el Sínodo.

Art. 12. Un Ministro de la Palabra no debe deponer su ministerio. Se lo eximirá de su oficio solo cuando el Consejo, de conformidad con el Sínodo esta convencido de que desiste al pastorado por razones especiales y válidas.

Art. 13. Un Ministro de la Palabra que con el consentimiento del Consejo y la aprobación del Sínodo, asume una tarea de carácter espiritual, relacionada estrechamente con su vocación de anunciar el Evangelio, no pudiendo por eso continuar realizando su tarea en la congregación, retendrá su titulo de Ministro de las Iglesias Reformadas. Su estado ministerial permanecerá ligado a la Iglesia que estaba sirviendo.

Art. 14. Un Ministro de la Palabra podrá ser considerado en el servicio común de la Iglesia, conservando su titulo de Ministro, cuando el Sínodo le encomienda en bien de las Iglesias Reformadas en general, una tarea especial de carácter espiritual, relacionada estrechamente con su vocación de anunciar el Evangelio, no pudiendo por eso continuar realizando su tarea en la congregación. Su estado ministerial permanecerá ligado a la Iglesia que estaba sirviendo.

Art. 15. Una Iglesia y un Ministro de la Palabra pueden acordar un ministerio de tiempo parcial, y dos Iglesias y un Ministro de la Palabra compartido, debiéndose fijar prolijamente los deberes, estipulaciones y porcentuales correspondientes.

Art. 16.  Un Ministro de la Palabra será declarado emérito por una decisión del Sínodo, si desempeñó su oficio por lo menos durante treinta años y tiene la edad que fija la ley, o si está enfermo y/o inválido, no pudiendo proseguir su ministerio. El mismo Ministro de la Palabra y/o su Consejo al que está ligado, elevará al Sínodo la solicitud correspondiente. Al ser declarado emérito conservará su titulo de Ministro de la Palabra.
La Iglesia donde ministró en último término se responsabilizará de proveerle la subsistencia que incluye a su familia mientras vive, y a su esposa e hijos al fallecer.
Esto también rige con respecto a la esposa y los hijos cuando un Ministro de la palabra fallece antes de la obtención del emeritado, todo ello según la reglamentación que fijó el Sínodo.

Art. 17. La obligación de proveer de subsistencia al Ministro de la Palabra y/o su familia, que se menciona en los artículos 10, 11 y 15, fue reglamentada por el Sínodo al construir un fondo común y compensador. Las iglesias y los Ministros de la Palabra asumen la responsabilidad de su necesario mantenimiento para llegar a abonar el 59% del salario que fija el escalafón en el caso de un Ministro de la Palabra emérito, y el 29,5 % en el caso de un emeritado parcial.

Art. 18. Para facilitar los estudios teológicos de nuestros estudiantes, las iglesias serán dirigentes en la obtención de los medios necesarios para ello.

Art. 19. La tarea del Anciano consiste, junto con el Ministro de la Palabra, en cuidar pastoralmente a la congregación, amonestar y aplicar la disciplina, visitar fielmente a los miembros de la congregación, asistir a los demás integrantes del Consejo en el buen desempeño de sus oficios y colaborar con la tarea de la predicación, de la educación y de la misión de la iglesia.
Modificación art. 1148/00: "Que el Sínodo apruebe la posibilidad de que en las iglesias vacantes que tengan dificultades para celebrar con regularidad los sacramentos, y no pudiendo hacerse presente ningún pastor, se autorice a uno/a de sus ancianos/as a admini­strarlos bajo la supervisión del Consejo y el pastor consejero, y con el aval previo y explícito de la instancia que representa a las iglesias (Mesa). Esta autorización tiene carácter limitado y finaliza con el mandato de el/la anciano/a".

Art. 20. La tarea del Diácono consiste en mitigar las necesidades de diversa índole que afecten a los miembros de la iglesia y/o de la población en general, procurando también que no se caiga en dichas necesidades. Consolará a los implicados con palabras de esperanza. Se esforzará en reunir los bienes suficientes, administrándolos debidamente, a fin de dar cumplimiento a dicha tarea, exhortando a la congregación a dar con gozo, compartiendo con otros los beneficios recibidos por el Señor.

Art. 21. Ambos, Ancianos y Diáconos, ejercerán sus oficios durante un período que fija el Consejo, no siendo de inmediato reelegibles, a no ser que el Consejo, por única vez y por razones valederas, extienda un mandato por un año.

Art. 22. Los que han aprobado el examen según el artículo 4, firmarán de inmediato su conformidad con los Tres Formularios de Unidad sin cuyo requisito no podrán aceptar un llamado.
También los Ministros de la Palabra, Ancianos y Diáconos, firmarán esa Confesión en la primera reunión de Consejo a la que asisten. Asimismo los profesores de Teología y los Ministros de la Palabra que están al servicio general de las iglesias o cumplen una tarea especial, concretarán firmando esa conformidad en la primera reunión sinodal que asisten como tales.


CAPITULO II
LAS ASAMBLEAS DE LA IGLESIA

Art. 23. La iglesia confía su gobierno y disciplina a asambleas, a saber, el Consejo y el Sínodo.
El Sínodo eventualmente decidirá acerca de la formación de asambleas intermedias como la zonal o distrital cundo el número de iglesias así lo aconseje.

Art. 24. Estas asambleas tienen una autoridad eclesiástica propia, derivada de Cristo. En ellas se tratarán únicamente asuntos eclesiásticos, siempre en el camino eclesiástico acordado.

Art. 25. Se incluirán en el orden del día del Sínodo los asuntos que:
-         atañen a las iglesias en común;
-         fueron elevados como pregunta, apelación, requerimiento, instrucción u otra forma, por algún Consejo por no haber encontrado solución en primera instancia.
-         fueron elevados por un miembro de alguna congregación en forma de apelación.
-         corresponden a las tareas específicas del Sínodo;
-         propuestas elevadas por los Consejos.

Art. 26. Toda resolución será tomada generalmente por unanimidad, luego de una amplia deliberación. De lo contrario, la minoría acatará el consenso de la mayoría.

Art. 27. Todo miembro de la iglesia que considere que su Consejo ha actuado en contra de la Biblia o del Orden Eclesiástico y /u opine que al haber hecho una presentación ante él no se le ha hecho justicia, puede apelar ante el Sínodo si lo ha notificado al Consejo.
Mientras una apelación, por considerar que una declaración o acción del Consejo está en pugna con la Palabra de Dios, no se ha resuelto, el apelante no está obligado a actuar en contra de su conciencia.

Art. 28. Todo pedido de revisión de una resolución del Sínodo sólo será tomado en consideración cuando se presenta un argumento que el Sínodo no tuvo en cuenta, o lo tuvo insuficientemente, al tomar dicha resolución.

Art. 29. Toda asamblea se iniciará con un devocional y finalizará con acción de gracias.
En ella debe haber oportunidad de amonestar recíprocamente, por el desempeño de sus oficios en el Consejo, y por la actuación como delegado en el Sínodo. Asimismo, el Consejo y el Sínodo tomarán medidas sobre el cuidado de los archivos y la revisión de su movimiento económico.

Art. 30. Toda congregación tendrá un Consejo que se compondrá por Ministros de la Palabra, Ancianos y Diáconos.
Cuando el número de Ancianos es mayor de tres se podrá distinguir entre un Consejo amplio y un Consejo reducido. De éste último no forman parte los Diáconos.

Art. 31. La tarea del Consejo consiste en conducir a la congregación, amonestar y aplicar la disciplina, como también ministrar la misericordia.
Cuando existe un Consejo reducido, corresponderá a éste amonestar y aplicar la disciplina. Cuando los Diáconos se reúnen por separado, bajo la dirección de uno de ellos, tratarán lo relacionado con la misericordia, informando siempre al Consejo amplio.

Art. 32. El Ministro de la Palabra será el presidente del Consejo.
Habiendo más de un Ministro de la Palabra, ejercerán ellos la presidencia rotativamente.
Cuando una iglesia carece de un Ministro de la Palabra propio, el Consejo designará a un Anciano como presidente, que puede  ser asistido por el Ministro de la Palabra consejero.

Art. 33. El Consejo se reunirá al menos una vez al mes. El reglamento de sus sesiones debe determinar la manera de convocar una reunión extraordinaria.
En la reunión de Consejo, previa a la celebración de la Santa Cena, sus integrantes se interrogarán si algo motiva la amonestación recíproca, también en relación con el cumplimiento de los oficios.

Art. 34. Al carecer una iglesia de Ministro de la Palabra, su Consejo solicitará al Sínodo a la instancia que representa a las iglesias, que se designe un Ministro de la Palabra de una iglesia cercana para conducirlo y asesorarlo. Este Ministro de la Palabra consejero será consultado en todo asunto de importancia, específicamente cuando se desea llamar a un Ministro de la Palabra propio. El Ministro de la Palabra consejero asistirá, si es invitado a toda reunión del Consejo y puede ser su presidente. Informará al Sínodo de su actuación.

Art. 35. Cuando un Sínodo procede a instituir a una iglesia, su Consejo será elegido directamente de entre sus miembros o se convalidará el Consejo actuante.

Art. 36. El Consejo no tomará decisión alguna sin informar y consultar a la congregación en todo asunto de trascendencia que escapa a la supervisión y a la disciplina, especialmente si la existencia misma de la iglesia o su lugar en el conjunto de las iglesias están involucrados. Antes de tomar una decisión definitiva, deberá sustanciar su causa ante la instancia que representa a las iglesias.

Art. 37. El Sínodo sesionará cada año y medio, rotativamente por iglesia. Se integrará con delegados que los Consejos envíen después de una elección en su medio. El Consejo debe proveerles de una credencial. La presentación de la misma habilitará a los delegados a integrar el Sínodo, con derecho a voto, salvo en asuntos que involucran a su propia iglesia o a sus personas.
Recomendación art. 2006/01:  “El Sínodo se reunirá periódicamente, de acuerdo a las recomendaciones del Sínodo inmediato anterior, no pudiendo pasar más de tres años entre una asamblea sinodal y la siguiente. La sede del Sínodo siguiente será fijada por el mismo Sínodo o delegada a la instancia que lo representa, buscando en lo posible de rotar entre las iglesias.”

Art. 38. Todo Consejo designará a un Ministro de la Palabra, un Anciano y un Diácono como delegados, salvo expresa disposición del Sínodo precedente. Una iglesia vacante designará a dos Ancianos y un Diácono; está inhibida de designar al Ministro de la Palabra consejero como uno de sus delegados. Todo Consejo Puede designar suplentes de cada uno de sus delegados, mencionando sus nombres en las credenciales.
Modificación art. 2041/01: “a. Que se recomiende a las iglesias respetar el sistema de designaciones sinodales vigente.
b. En casos excepcionales y debidamente justificados, el Consejo enviará en la credencial los motivos por los cuáles otra persona reemplaza al diácono o anciano que no puede asistir”.

Art. 39. Podrán participar de las sesiones del Sínodo, sin que hayan sido designados como delegados, todos los que desempeñan un oficio, los Ministros de la Palabra eméritos, misioneros, profesores, estudiantes de teología que son invitados por los Consejos, y de otra persona que haya sido invitada especialmente. Lo harán como consejeros con voz y sin voto. Solamente los delegados y toda otra persona que el Sínodo invita especialmente, participarán de las sesiones cerradas.

Art. 40. Todo Sínodo tendrá cuidado de elegir el Consejo que convocará la reunión sinodal siguiente. Este Consejo se responsabilizará de los preparativos, la convocatoria y el inicio de las sesiones. Podrá solicitar asesoramiento a la instancia que representa a las iglesias.

Art. 41. Este Consejo convocante recibirá de las iglesias, y siempre por escrito, los temas que el Sínodo considerará y todo informe de comisiones y de personas o instancias a las que se les encomendó alguna tarea, facilitándose así la confección  provisoria del Orden del Día.
El Sínodo mismo pondrá en consideración la fijación definitiva del Orden del Día, con toda instrucción, apelación, pregunta y comunicación de las iglesias, y que sus delegados han presentado por escrito.
No se considerará ningún tema que no fue tratado primeramente en los Consejos, ni asunto personal que no fue considerado previamente en alguno de ellos.

Art. 42. La Mesa moderadora del Sínodo será elegida por el Sínodo mismo y estará integrada por un presidente, un secretario y un asesor. Nadie podrá ser presidente del Sínodo en oportunidades seguidas. La instancia que representa las iglesias, deberá presentar las lista de candidatos para su votación.

Art. 43. El Consejo convocante, en consulta con la instancia que representa a las iglesias, llamará a una reunión extraordinaria del Sínodo, cuando la mitad más uno de los Consejos lo soliciten por escrito.

Art. 44. El Sínodo debe indicar cuales son las versiones de la Biblia que las iglesias usarán. También fijará la confesión, el orden eclesiástico, el himnario, los formularios litúrgicos, y los puntos básicos del orden de los cultos. No se tomará decisión alguna al respecto sin haber consultado a los Consejos. La decisión requerirá los dos tercios de los votos de los delegados.
El Sínodo debe, asimismo, supervisar el desarrollo de las tareas de las iglesias, conforme al Orden Eclesiástico.

Art. 45. Las visitas de supervisión eclesiástica se basan en la determinación de formar un conjunto de iglesias guiadas por un mismo Orden Eclesiástico y tiene como finalidad ayudar a las congregaciones a mejorar su testimonio. Estas visitas serán realizadas por un Anciano y un Ministro de la Palabra de la misma congregación  al Consejo de otra localidad, prestando atención en:
Las tareas que efectúan los oficios, tanto individual como colectivamente, la fidelidad de la doctrina, el seguimiento del Orden Eclesiástico, el cumplimiento de toda decisión sinodal, el esfuerzo responsable por la edificación de la iglesia de Cristo y su extensión;
La inquietud que se muestra ante la presentación de hermanos preocupados por la actuación del Consejo o apelan sus decisiones;
El asesoramiento y el ofrecimiento de ayuda, especialmente cuando el Consejo procura llegar al llamamiento de un Ministro de la Palabra propio.
Estas  visitas tendrán lugar conforme a decisiones y reglamentaciones que ha fijado el Sínodo. Se informará al mismo de toda visita que se efectúa.
Modificación art. 1146/00: “Considerando la necesidad de mayor comunicación entre las iglesias, el Sínodo cree que el buen funcionamiento de las visitas de supervisión puede prever los problemas en las mismas. Por ello propone realizar las visitas de supervisión, tarea a la que se dedicarán  los coordinadores, con la colaboración de un grupo de ancianos que serán avalados por sus respectivos Consejos. El Sínodo instruye al Equipo Coordinador para que elabore un cronograma de visitas, que será flexible de acuerdo a las necesidades. Los costos de las visitas se considerarán como gastos sinodales. Que los resultados de estas visitas se deriven a la Mesa.”

Art. 46. El Sínodo designará un coordinador por dos años, reelegible, que atenderá confidencialmente toda consulta de un Consejo o Ministro de la Palabra, referente a sus relaciones mutuas, servicios y eventuales posibilidades de llamados, todo conforme a una reglamentación aprobada por el Sínodo.
Al pasar todo período confidencial, actuará en estrecha relación con una Comisión que designa el Sínodo, la que presentará su informe al mismo.
Modificación art. 1018/95: Brandsen propone que se forme un Equipo Coordinador. Era una propuesta de las iglesias de la zona norta a Vida y Orden. Buenos Aires apoya. Se pone a consideración del Sínodo y se aprueba.
Modificación art. 2091/03: “Que al menos uno/a de los integrantes del Equipo Coordinador sea un/a pastor/a.
Que se añada a las funciones de el/la Coordinador/a la visitación de cada comunidad reformada, con especial atención a aquellas que carecen de acompañamiento pastoral.”

Art. 47. El Sínodo podrá designar comisiones que reciben un preciso mandato y al cual deben atenerse, para asesorar a las iglesias y ayudarlas a ejecutar resoluciones que se han tomado. Informarán de sus actividades por escrito.

Art. 48. Una instancia asumirá la representación de las iglesias que componen el Sínodo, desde el cierre de las sesiones hasta el inicio del Sínodo siguiente, para todos los asuntos que no competen a comisiones generales o especiales.

Art. 49. La tarea de ésta instancia que asume la representación de las iglesias es también fijar días de recogimiento, oración y acción de gracias ante circunstancias excepcionales de conmoción, desastres, tiempo de prueba o bendición para la iglesia y/o la nación.


CAPITULO III
LAS TAREAS DE LA IGLESIA

Art. 50. El Consejo velará que la congregación se reúna en alabanza y adoración especialmente el día del Señor para rendir culto a Dios, ministrando la palabra y la misericordia, la adoración y los sacramentos.
Pondrá énfasis en los momentos especiales del año litúrgico, a saber:
Adviento y Navidad, Cuaresma y Pasión, Viernes Santo, Resurrección, Ascensión y Pentecostés.
Tendrá en cuenta asimismo, cultos de oración y acción de gracias(e.o por la cosecha y el trabajo), como también el día de la reforma y todo otro momento que el Consejo o el Sínodo considera oportuno para el pueblo de Dios.

Art. 51. El Consejo fijará el orden de culto, manteniendo los puntos básicos establecidos por el Sínodo. En el mismo se hará uso de las versiones de la Biblia, la confesión, el himnario y los formularios litúrgicos aceptados oficialmente.

Art. 52. El Consejo procurará que la conducción del culto este a cargo de un ministro de la palabra. Al confiar el Consejo la conducción del culto a un aspirante al ministerio de la palabra, a un anciano o a otra persona invitada, cuidará que los mismos no asuman funciones específicas del oficio de ministerio.

Art. 53. El Consejo velará que los predicadores expongan y apliquen la Palabra de Dios. Cuidará también que periódicamente se predique sobre la doctrina de la Iglesia.

Art. 54. El Consejo vigilará que los padres soliciten con diligencia  el bautismo de los hijos del pacto. Posibilitará su administración en todo culto, haciéndose uso del formulario litúrgico correspondiente.

Art. 55. El Consejo procederá después de una confesión pública, a la administración del bautismo a todo aquel que ha sido ganado para Cristo y que no ha sido bautismo.

Art. 56. El Consejo reconocerá el bautismo de todo aquel que proviene de una iglesia no reformada siempre y cuando el mismo haya sido administrado en un culto oficial en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Art. 57. El Consejo procederá a la administración de la Santa Cena en un culto, como mínimo cada dos o tres meses. Hará preceder ésta celebración con un culto de preparación, debiendo hacerse uso en ambos casos de los formularios litúrgicos pertinentes.

Art. 58. El Consejo otorgará el acceso a la Santa Cena a toda aquella persona que ha hecho confesión pública de su fe, haciéndose uso del formulario litúrgico correspondiente. Se examinará y evaluará acerca de sus motivaciones conocimiento de la doctrina.
Modificación art. 1047/00: Se sugiere que cada congregación, en función de su contexto y su realidad, y teniendo en cuenta ciertas normas que da el Sínodo, realice las prácticas que crea correctas”.
Modificación art. 2047/01: permite participar libremente de la Santa Cena a los miembros de bautismo “que así lo soliciten”.

Art. 59. El Consejo concederá el acceso a la Santa Cena a toda persona allegada a la congregación que ha seguido un curso especialmente establecido y como compromiso inicial responda positivamente a las preguntas y condiciones del formulario pertinente.

Art. 60. El Consejo vigilará la enseñanza de la doctrina de la iglesia impartida generalmente por su Ministro de la Palabra, a toda persona que la solicite a fin de prepararla para hacer confesión pública de su fe.
Esta enseñanza se orientará a la comprensión de las Sagradas Escrituras, la confesión e historia de la iglesia, para lo cual se utilizará el Catecismo de Heidelberg, el Breve Compendio y cualquier otro material de estudio que el Ministro de la Palabra, en consulta con el Consejo, considere apropiado.

Art. 61. El Consejo procurará la obtención de fondos a través de contribuciones voluntarias y ofrendas cúlticas y velará por la debida administración de los mismos para las tareas generales de la iglesia, el mantenimiento de sus instalaciones, el sostén del Ministro de la Palabra y una equitativa distribución diaconal entre los miembros necesitados y los afectados de la población en general.

Art. 62. El Consejo velará que sus integrantes lleven a cabo sus tareas enumeradas en los artículos correspondientes a la enunciación de sus deberes.

Art. 63. El Consejo deberá otorgar, generalmente a pedido del miembro o familia que se radique en otro lugar, un pase. En cuanto al miembro de bautismo, que así lo haga individualmente, su pase será enviado a la iglesia correspondiente. En todos los casos el Consejo mencionará en éstos pases las recomendaciones que crea necesario. De ser preciso se aconsejará de manera confidencial al Consejo de la iglesia correspondiente un seguimiento diaconal, eventualmente con su participación.

Art. 64. El Consejo se responsabilizará de llevar un registro de las familias y personas que componen la congregación, dejando debida constancia de toda variación que se produzca.

Art. 65. El Consejo conforme a una reglamentación vigente, atenderá toda solicitud de confirmación en un culto de un enlace que se contraerá civilmente, utilizando el formulario establecido a tal fin.
La aprobación de ésta solicitud será anunciada dos domingos consecutivos. En caso de pertenecer los contrayentes a distintas iglesias, el anuncio se hará en ambas.

Art. 66. El Consejo dispondrá una ceremonia religiosa en caso de fallecimiento de un miembro de la congregación y eventualmente a un allegado de la misma.

Art. 67. El Sínodo fijará la tarea misionera de las iglesias e impulsará la predicación del reino a todo pueblo, principalmente a los que no conocen o no disciernen el Evangelio de Salvación.

Art. 68. El Sínodo acordará y aprobará toda tarea de colaboración misional con las instancias o iglesias no reformadas.

Art. 69. El Sínodo fijará la manera en que las iglesias puedan colaborar para el mejor cumplimiento del mandato misional que Cristo dio tomando en cuenta las pautas que se señalan en el Orden Eclesiástico bajo el capítulo de Relaciones en la Iglesia.
Podrá concretar acuerdos de coparticipación con otras iglesias hermanas.

Art. 70. El Sínodo indicará a una iglesia que extienda un llamado para un Ministro de la Palabra para la misión. Podrá hacer venir a un misionero del exterior habiendo llegado a un acuerdo común con la iglesia coparticipante.

Art. 71. El Sínodo nombrará la instancia misional que ejecutará y hará ejecutar la tarea misional que se le encomienda. Asimismo, podrá designar un secretario para la Misión por un período de dos años, siendo reelegible. Este secretario mantendrá toda correspondencia con las iglesias coparticipantes, ayudará a fijar la política misional nacional y mantendrá contactos con los puestos misioneros y prestará toda asistencia a la Comisión. El Secretario informará directamente al Sínodo. Este informe será presentado primeramente a la Comisión para su conocimiento y discusión.
Modificación art. 1010/95: "Las tareas usualmente encomendadas al Secretario para la Misión se deleguen a la nueva Mesa, quien la destribuirá entre sus miembros. Eventualmente podrá solicitar la cooperación de otros hermanos y hermanas para el trabajo de traducciones y recepción de delegaciones del exterior."


CAPITULO IV
LA DISCIPLINA DE LA IGLESIA

Art. 72. Todos los miembros de la congregación están llamados a responsabilizarse por la buena conducción de sus hermanos en la fe, tal como se nos enseña en Mt. 18: 15-16, aceptando toda buena amonestación que les incumbiera. El Consejo es finalmente la instancia que aplica la disciplina en la búsqueda de la reconciliación, de la glorificación del nombre de Dios, y de la digna celebración de la Santa Cena. Esta aplicación concierne tanto a la doctrina como a la vida de todo hermano y revestirá un carácter netamente espiritual.

Art. 73. El Consejo procederá a la iniciación de la disciplina cuando un pecado es público o cuando se lo ha comunicado un hermano que ha hecho el infructuoso intento de evitarlo.

Art. 74. El Consejo no aplicará ningún paso de disciplina sin haber analizado y estudio previamente la incidencia de los pasos dados anteriormente, y sin haber escuchado -de ser posible- al implicado.

Art. 75. El Consejo que se ve en la necesidad de amonestar y aplicar la disciplina a un miembro no confesante, distinguirá si es de mayor edad o menor, renuente o displicente. Procederá conforme a lo dispuesto por el Sínodo y utilizará el formulario correspondiente para toda comunicación a la congregación.

Art. 76. El Consejo retrotraerá toda medida disciplinaria cuando el implicado confiese su culpa y da prueba convincente de su arrepentimiento. Se procederá a un acto de reconciliación en un culto especial.
Solo en casos de excepción, y cuando el Sínodo exprese su consentimiento se procederá a la confesión pública de culpa.

Art. 77. El Consejo impedirá el acceso a la Santa Cena a todo miembro que se resiste a confesar su pecado. Tampoco le permitirá contestar las  preguntas del formulario bautismal ni participar en alguna elección de la iglesia.

Art. 78. El Consejo, haciendo uso del formulario correspondiente, separará de la congregación a quién se le impidió el acceso a la Santa Cena y persistió en su pecado pese a toda amonestación. El Consejo no procederá a aplicar este paso de la disciplina sin haber seguido los pasos previos; a saber:
La prohibición de acceso a la Santa Cena.
La comunicación genérica a la congregación de la negación de un hermano a acceder a la disciplina, solicitando la oración.
La obtención de la autorización del Sínodo a comunicar a la congregación el nombre del censurado.
El anuncio de la excomunión con un plazo de posible arrepentimiento.

Art. 79. El Consejo readmitirá, haciendo uso del formulario correspondiente, en el seno de la congregación, a quién estuvo en excomunión si muestra señales claras de arrepentimiento y reconciliación. Esto tendrá lugar luego de haberlo dado a conocer a la congregación.

Art. 80. El Consejo aplicará la “censura morum” sobre el desempeño de los oficios de los Ministros de la Palabra, Ancianos y Diáconos en toda reunión previa a la celebración de la Santa Cena.

Art. 81. El Consejo no iniciará ningún paso de disciplina por comportamiento o doctrina a Ministros de la Palabra, Ancianos y Diáconos sin antes haberlos eximido de sus oficios por un plazo a determinar.

Art. 82. El Consejo o el Sínodo relevará del cargo, con la debida reprobación, a quien abandone el desempeño de algún oficio, renunciando al mismo, sin motivada fundamentación.

Art. 83. El Consejo recurrirá a su par más cercano o eventualmente al Sínodo en caso de renuncia, denuncia o mal desempeño de su Ministro de la Palabra, suspendiéndolo  por un plazo determinado en caso de necesidad. La destitución del cargo de un Ministro de la Palabra será decidida solamente por el Sínodo.

Art. 84. El Consejo recurrirá a su par más cercano en caso de suspensión o destitución de un Anciano o Diácono. Al no haber anuencia entre ambos Consejos, se recurrirá al Sínodo.

Art. 85. El Consejo podrá pedir la ayuda y colaboración del Sínodo en caso de desgobierno. Cuando una parte del Consejo recurre al Sínodo deberá comunicar ésta acción al Consejo. En caso de desgobierno total el Sínodo tomará las medidas atinentes.

Art. 86. En caso de amonestación y disciplina de Ministros de la Palabra que fueron enviados por una iglesia coparticipante, se procederá conforme con las estipulaciones concertadas a tal fin.

Art. 87. Ministros de la Palabra que estén al servicio común de las iglesias, aquellos que se encuentran a cargo de distintas iglesias y los que han recibido el emeritado, estarán bajo supervisión del Consejo de la iglesia donde viven, el que comunicará al Sínodo todo hecho pasible de disciplina.

Art. 88. Todo Ministro de la Palabra, Anciano y Diácono que haya sido pasible de suspensión o destitución, podrá apelar la medida ante el Sínodo.

Art. 89. Toda medida disciplinaria aplicada a los Ministros de la Palabra, Ancianos y Diáconos, sólo será levantada por la instancia que la dispuso. Esta analizará seriamente si podrán ejercer nuevamente el oficio. Toda medida de ésta índole deberá servir a la gloria de Dios y fomentar el bien común de las iglesias.
Recomendación art. 1120.3/98: el Sínodo recomienda interconsultas fehacientes entre Consejos en casos de disciplina de miembros que han pasado de una iglesia a otra.


CAPITULO V
LAS RELACIONES DE LA IGLESIA

Art. 90. El Sínodo velará por el mantenimiento de correspondencia con otras iglesias y determinará posibles normas de comunión cristiana con las mismas.

Art. 91. El Sínodo buscará el mayor contacto posible con las iglesias de nuestro país en procura de una colaboración responsable y eventualmente la unificación.

Art. 92. El Sínodo a través de su afiliación a la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas, propondrá el mantenimiento de contactos estrechos con otras iglesias, principalmente en salvaguarda de nuestros derechos ante las autoridades, y de la defensa de la libertad de cultos.

Art. 93. El Sínodo apoyará el testimonio evangélico y ecuménico ante las autoridades y nuestro pueblo.

Art. 94. El Sínodo propiciará el apoyo a la institución ecuménica que más contribuye a la enseñanza espiritual de la niñez. Los Consejos velarán por la enseñanza cristiana en su congregación.

Art. 95. El Sínodo y cada una de las iglesias prestará su apoyo a toda organización que propicie la profundización de los principios reformados.

Art. 96. El Sínodo designará una instancia con el fin de concientizar y ayudar a las iglesias en su intervención y participación ante las necesidades e injusticias, mitigando las mismas.
El Consejo decidirá sobre toda ayuda local.

Art. 97. Ninguna iglesia ejercerá señorío sobre alguna de las demás.


CAPITULO VI
LOS COMPROMISOS DE LA IGLESIA

Art. 98. Todas las Iglesias Reformadas aceptan el presente Orden Eclesiástico como principio y fundamente de unidad en su Señor Jesucristo.
Se comprometen a mantener en vigencia ésta unidad siguiendo fielmente las estipulaciones del mismo. Aceptan que éste Orden Eclesiástico sólo puede ser modificado en un Sínodo con la determinación de las dos terceras partes de los votos de la Iglesia.

Art. 99. En circunstancias excepcionales que impidan el normal desenvolvimiento del común de las Iglesias, las mismas tomarán las medidas temporarias más oportunas, quedando en libertad de acción con respecto a éste Orden Eclesiástico. La vigencia del mismo corresponderá de nuevo al finalizar dichas circunstancias.

Art. 100. Toda duda acerca de las estipulaciones de éste Orden Eclesiástico y su debida aplicación, deberá ser elevada a la instancia pertinente que dedicará preferentemente atención a las mismas para su respuesta o presentación al Sínodo.



Anexo 1: Criterios para instituir o discontinuar obras eclesiales

"Como regla general para instituir, mantener e iniciar un camino de acercamiento y acompañamiento a las iglesias, se propone bajar el piso de 30 miembros a 25. En la certeza que es necesario tener una reglamentación general y seguirla, pero sintiendo que la rigurosidad en su empleo puede ser perjudicial, se deben tomar en cuenta las características particulares de cada grupo. El Sínodo o la Mesa designada por él, pueden comenzar el camino de acercamiento y acompañamiento con: a) los grupos de menos de 25 miembros; b) aquellas iglesias que lo soliciten; y c) las iglesias que requieran ayuda del Fondo Solidario.
Este acercamiento propugna­rá un diálogo franco y sincero en cuanto a los problemas de autosostén económico y eclesial, considerando en la búsqueda de soluciones:
a)las que marcan el Orden Eclesiástico y las resoluciones sinodales vigentes;
b)alternativas ecuménicas;
c) c) otras posibilidades que se vislumbren.
Por ser esta una medida no punitiva sino de rescate de la iglesia que ha decrecido, éste proceso debe comprender unsa seria propuesta misionera y de capacitación de los los miembros, según el diagnóstico particular de cada grupo".
(Art. 1021/95)







Anexo 2: Formulario de unidad

«Nosotros, pastores, ancianos y diáconos de la Iglesia Reformada en (o de) .........­.....­..., declaramos con nuestra firma que reconocemos las Sagradas Escrituras como la Palabra de Dios y como la completa revelación de la Buena Noticia de Dios en Jesucristo, y, por lo tanto, como única regla de fe y de vida.
Prometemos desarrollar nuestra tarea en comunión con la confesión de la iglesia y salir en defensa de ella cada vez que sea necesario. Nuestros antepasados dieron forma a esa confesión por medio de las tres confesiones generales (Credo Apostólico, Credo de Nicea y la Confesión de Atanasio) y los tres formularios de unidad (Confe­sión Belga, Catecismo de Heidelberg y Cánones de Dordrecht)».
(Art. 1066.2.3/97)


GCCO/lbt
Nov. 2003


[1] El Sínodo entiende que esta calificación hace referencia tanto a pastores/as reformados/as, como a pastores/as de las iglesias firmantes de la Concordia de Leuenberg u otros acuerdos bilaterales que hayan establecido acuerdos laborales con alguna congregación con el aval de la Mesa, cf. Art. 2113/03.
[2] Se requieren estudios de Licenciatura, aunque no necesariamente la tesis (Sínodo 1991?)
[3] Art. 2107/03.