domingo, 6 de septiembre de 2009

EL PASTOR

POR ZUINGLIO

Introducción
La mañana del 28 de Octubre de 1523, tercer y último día de la llamada “Segunda Disputación de Zurich”, Zuinglio predicó ante el conjunto de los ministros y laicos reunidos en dicha ocasión. El reformador aprovechó la rara oportunidad de poder predicar ante prácticamente todos sus colegas en el ministerio, para poner ante sus ojos la imagen del verdadero pastor, en oposición al falso – y con ello, también la nueva imagen del pastor evangélico. El centro de la doctrina y vida del ministro evangélico está en la predicación fiel y comprometida. Ella capacita a la comunidad a reconocer tanto los mecanismos de represión como la obra liberadora divina.
Teniendo en vista la situación en la región de Appenzell, donde los pastores y las comunidades evangélicas estaban frente al desafío de sacar las consecuencias prácticas de la introducción del principio escriturístico, Joaquín Vadian, importante humanista e impulsor de la Reforma, que había actuado como primer presidente de la Disputación, promovió la publicación del escrito. Zuinglio accedió al pedido, tanto más cuando en el invierno de 1523-24 comenzó a consolidarse la reacción católica. El escrito, que salió de la imprenta de Froschauer el 26 de marzo de 1524, se lo dedicó al pastor Jacobo Schurtanner y a sus compatriotas de Appenzell. En su tapa lleva un grabado con la imagen de Cristo llamando hacia sí a sus discípulos como buen pastor y las frases de Mt 11,28 y Jn 10,11, que encabezaban la mayor parte de las publicaciones de Zuinglio.

Original: Der Hirt. Wie man die waren Christlichen hirten vnd widrumb die valschen erkennen / ouch wie man sich mit inen halten soelle durch Huldychen Zuingli beschriben jm. M.ccccc und xxiiij. jar; Zurich, Christoph Froschauer, 1524.
Edición crítica con el título abreviado “Der Hirt”, con introducción y comentario, editada por Emil Egli y Georg Finsler, en: HZSW, Tomo III, Zurich, Theologischer Verlag Zürich, 1982 (Corpus Reformatorum Vol. 90), p. 1-68
Schriften, Tomo I, p. 249-312.
El pastor. Cómo se puede distinguir a los verdaderos pastores cristianos de los falsos y cómo se debe comportar uno frente a ellos, descrito por Ulrico Zuinglio en el año 1524
A Jacobo Schurtanner – ¡Ceraunelateus! –, amado hermano en Dios, obispo , esto es: guardián y pastor en Teuffen (Appenzell), Ulrico Zuinglio le desea gracia y paz de Dios el Padre y de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo [véase 1 Cor 1,3].
Querido hermano, poco tiempo atrás estuvo conmigo el doctor Joaquín Vadian. […] En tu nombre me pidió la predicación que con ayuda de Dios he dirigido a los obispos, ello es: a los pastores o guardianes, en la última Disputación, el 28 de Octubre de 1523. […] Tú sabes probablemente que Jerónimo menciona a un Hermas, que ha escrito un libro en griego titulado “El pastor”, que aparentemente estaba en boga entre los antiguos cristianos . Yo he deseado con frecuencia que uno de los tantos hombres temerosos de Dios y letrados que hay actualmente quiera tomar la iniciativa y proveernos, con la misma fidelidad pastoral, de un reemplazo para esa obra caída en el olvido , para que cada uno llegue a ser capaz de distinguir los rectos pastores de los falsos. Dado que no se ha encontrado ninguno, yo mismo me he tomado ahora la libertad de hacerlo. […]
En la primera parte encontrarás pintados los trazos y la figura de un recto pastor. ¡Por cierto, ningún cosquilleo placentero para la carne! Antes bien, un ataque eterno e ininterrumpido a toda carne, a padre y madre, a sí mismo, a todo poder injusto, a todo lo que no tiene sustento junto a Dios. Con lo cual debiera ser claro que no se necesita de fuerza humana, sino de fuerza divina para ejercer de modo irreprochable un ministerio tan arduo. En la segunda parte llegarás a ver a los falsos lobos, que se disfrazan con piel de oveja [véase Mt 7,15] y cómo aparecen con garras y dientes, cuando su disfraz ya no los cubre. Igualmente constatarás que en ello no he buscado amigos en este mundo [véase Stg 4,4]. Son pocos los que predican el evangelio con la destreza y la rectitud que él mismo demanda. Yo me cuento a mí mismo también entre los muchos, ¡Dios quiera mejorarlo! Es por ello que éstos se quejarán sobre mi rigor; pero los otros lobos no sólo “aullarán” como hasta ahora: “¡hereje!”, sino también: “¡Asesino, ladrón, traidor!” [véase Jn 10,1-5] u otras cosas peores que se les ocurran. […] Y sin embargo, no persigo otro fin que hacerlos cambiar su propósito. Muchos ya lo han intentado con suavidad y bondad – logrando tanto como entre caballos testarudos con buenas palabras. ¡A esos hay que ponerlos en movimiento con espuelas, látigo, fusta y garrote! Frente a tales personas hay que quitarse la máscara de la falsa amabilidad y mostrarles la cruda verdad. Si ellos se muestran indiferentes, que al menos el valeroso pueblo cristiano sepa cuidarse, para que poco a poco desaparezca su abuso de poder. Pero hasta entonces esos “servidores de Dios” buscarán recuperar las pérdidas sufridas mediante la autoridad de aquellos príncipes y regentes, a quienes engatusan una y otra vez con nuevas intrigas [...] Pero Dios finalmente les mostrará al maestro. En la medida en que su ganancia cada día disminuye y se les acaban las importantes coimas, también los príncipes y regentes se cansarán de prestarse a sus limosneos. Y si los príncipes y regentes no llegasen a reaccionar, ya está comenzando a hacerlo su pueblo. Y si ello ocurre, alcanzará a los príncipes el mismo desprecio que a los obispos – si no aún peor. Pero Dios permanece eternamente fiel a sí mismo. Él ha visto como los hijos de Israel eran explotados en Egipto y los ha liberado. Hoy vemos desde el límpido cielo a la Palabra de Dios revelada y aceptada de tal forma, que en tan poco tiempo nadie se hubiese animado a esperarlo. ¡Ello sólo puede ser obra de la providencia de Dios! Él ha visto nuevamente la opresión de su pueblo y envía liberación [véase Ex 3, 7-8; Sal 111,9], para que reconozcamos que él no nos ha olvidado. “Él nos ha enviado su Palabra, nos ha sanado y nos ha liberado de la perdición de la muerte”, como lo ha prometido mediante el profeta [Sal 107,20]. ¿Qué cosa más triste le puede ocurrir al pueblo cristiano que tener como “pastores” a quienes vendieron por dinero lo que ellos no tenían y no es posible comprar, aunque lo tuvieran? ¡Y así abandonaron a todas las conciencias al hambre y a la duda, porque ellos mismos no creían lo que le “ponían sobre la mesa” a todo el mundo! Pues si lo hubiesen creído, habrían vivido de modo diferente. Pero ahora que la luz del cielo irradia con tanta claridad, ya no podrán obligar a nadie en la noche. […]
Nosotros tenemos toda la razón para esperar que los últimos entre los territorios de la loable Confederación Helvética no serán en modo alguno los más pequeños o los últimos en la fe. Pues por cierto, ellos no viven en medio del país de los placeres, donde el peligro del egoísmo y la disolución es mayor, sino en un lugar inhóspito, donde la simpleza austera se mantiene mejor. […] Pues en ninguna parte se desarrollan mejor la doctrina y la vida cristiana que entre los pueblos que menos saben de la astucia engañosa de este mundo. Y no es así que el valeroso pueblo de Appenzell carezca de inteligencia y conocimiento; lo que quiero decir es esto: que en su carácter sincero nos encontramos con algo de la antigua idiosincrasia helvética . Cuando la Palabra de Dios llega a tales gentes, con toda seguridad las educará como personas extraordinariamente buenas y temerosas de Dios. También eliminará el egoísmo, con respecto al que ya el hermano Claus predijo que produciría un pernicioso efecto. Pues allí donde el egoísmo no es quitado, no puede subsistir ninguna comunidad. Aunque muchos sospechen algo distinto, en la ciudad y la comarca de Zurich la Palabra de Dios fue la única causa que llevó a eliminar el servicio mercenario para potencias extranjeras . Ello se manifestará, si Dios quiere, en un crecimiento permanente de la fe y del bienestar general . Por eso, sigue cuidando tú también de los “hijos que has parido” [véase Gal 4,19] y enséñales a no dejarse apartar de la “sana doctrina” [véase 1 Tim 1,10; 2 Tim 4,3; Tit 1,9; 2,1] por ninguna adulación y amenaza de los falsos pastores. […]
Seas encomendado a Dios junto a todo el pueblo de Appenzell.
Dado en Zurich, el 26 de Marzo de 1524.
¡Ora a Dios por mí junto a todo tu pueblo!

El pastor
¡Queridos hermanos en Dios y colaboradores en la casa de Dios [véase 1 Tim 1,4]! […] El pastor y las ovejas que él pastorea son una metáfora tan clara de Dios y de nuestro ministerio, que el Antiguo Testamento siempre explica la providencia y el gobierno divino sobre nosotros, pobres seres humanos, mediante la imagen del pastor y las ovejas : Dios es el pastor, y nosotros las ovejas. También nuestro Salvador Jesucristo se ha llamado a sí mismo pastor [véase Jn 10,11], porque él es el prado y alimento verdaderos y, además, el guía y pastor, que nos ha conducido del oscuro establo de la ignorancia y del enredo en doctrinas humanas hacia la luz de la sabiduría divina y la “libertad de los hijos” [véase Ro 8, 21].
Por lo tanto, resulta necesario que todos los que han sido llamados como pastores de sus ovejas, aprendan a desempeñar su ministerio y encargo siguiendo ningún otro modelo que no sea únicamente la verdadera Palabra de Dios. Ésta se ha manifestado y expresado claramente en el Señor Jesucristo, el Hijo verdadero de Dios – ahora, en los últimos tiempos, así como ya anteriormente, aunque de manera algo más oculta, por medio de diferentes padres y profetas. […] Todo pastor debe contar con que su pastoreo empeorará a unos, pero permitirá que otros sean resucitados de sus pecados; además, que los incrédulos permanentemente le llevarán la contra. Pues la persona carnal no acepta la Palabra espiritual de Dios [véase 1 Cor 2,14]; por el contrario, se opone a ella con todas sus fuerzas. Es por ello que el pastor está expuesto en todo momento a las intrigas y persecuciones de todos los enemigos de la Palabra de Dios. También padres, madres y parientes deben aceptar el ver a sus hijos insultados y rechazados por el mundo. […] [El pastor] no debe dejarse confundir en su avance en la obra de Dios ni por los dolores del padre y de la madre ni por hijo, mujer, hermana, hermano y amigo, pues el obediente hijo de María, Jesucristo, también ha obrado así. […] [El pastor] tampoco debe dejarse determinar por padre y madre, recortando o tutelando la Palabra de Dios según su voluntad. Pues Cristo ha dado a su amada madre una respuesta bastante tajante cuando ella le quiso aconsejar que ayudara con el vino a la gente del casamiento [Jn 2,4]. […] Mira, así de consecuente debe conducir el pastor las ovejas al pastoreo. La inteligencia de persona alguna, ni siquiera del padre o de la madre, debe interponérsele. Y si ellos quisieran hacerlo a toda costa, sin rendirse a la Palabra de Dios, el pastor debe convertirse entonces en su enemigo, abandonarlos y odiarlos. […]
Dice Cristo en Mt 16 [Mt 16,24-26] y Lc 9 [Lc 9,23-24]: “Quien quiera venir conmigo, niéguese a sí mismo y tome su cruz diariamente sobre sí y sígame. Pues quien quiera salvar su vida, la perderá o la arruinará. Pero quien pierda o arruine su vida por mí, la sanará o salvará”.
En primer término, la persona debe negarse a sí misma, puesto que ella siempre quiere significar, lograr o poder hacer algo. Como un siervo o esclavo, debe considerarse a sí mismo enajenado, sin miramientos para consigo mismo, prestando atención únicamente a lo que Dios le exige hacer; no haciendo nada a partir de las propias fuerzas y entendimiento, sino tomando a Dios y su Palabra como único modelo.
Recién allí donde ello ocurre se muestra la cruz. Él debe tomarla sobre sí cada día, pues enfrentará contrariedades cotidianamente, que deberá sobrellevar en soledad, sin que le sea permitido evadirlas. […] Pues cuanto más crece la Palabra de Dios, tanta más persecución acarreará para sí, y cuanto más crece, tanto más furiosa se pone la carne. Es por eso que se equivocan aquellos que piensan que pronto tendrían calma y que casi no sufrirían persecución por causa de la Palabra de Dios. Si bien el pueblo concurre multitudinariamente a la predicación evangélica, quienes detentan el poder de este tiempo le oponen resistencia sobradamente. Y si éstos no estuviesen, entonces más que nunca comenzarían a surgir las falsas doctrinas, que tienen más ciencia que amor. […]
Ahora bien, si el pastor, pero también toda otra persona, de esa manera es despojado de todo, entonces lo siguiente es que él sea nuevamente llenado con Dios, es decir, que él ponga toda su confianza en Dios. Eso es lo que Jesús les ha mostrado con insistencia a sus discípulos, a quienes, luego de haberlo seguido, no sólo proveyó de alimento para el cuerpo. Cuando él les preguntó si les había faltado alguna cosa, luego de haberlos enviado sin alforja para la vianda y sin bolsa para el dinero, ellos le respondieron que no habían sufrido la falta de nada [véase Lc 22,35]. Además les ordenó no preocuparse por cómo habrían de defenderse ante los tribunales, pues lo que ellos deberían responder, les sería dado en el momento preciso [véase Mt 10,19]. Antes de encomendarles el ministerio de la predicación, Cristo sopló sobre ellos, Jn 20 [Jn 20,22], y les dijo: “¡Reciban el Espíritu Santo!”. Ninguno sirve, pues, para apacentar ovejas a menos que se haya despojado de sí y sólo Dios habite en él [véase Is 57,15] y hable por Él. […]
Entonces él debe comenzar a predicar, como Cristo ha comenzado, Mt 4 [Mt 4,17]: “¡Corríjanse!” […] Pero nadie se corrige si no sabe de su irremediable situación. Es por ello que primero debe ser predicada la enfermedad mortal , luego el llegar a ser sano. Nadie debe engañarse, como si Cristo en Mateo 10 [Mt 10,7] y Marcos 16 [Mc 16,15] sólo hubiese mandado anunciar la salvación o el evangelio. Pues antes de que uno tome el medicamento, debe ser reconocido el mal. En los pasajes mencionados Cristo aplica claramente la palabra “evangelio” a la gracia, pues el evangelio es el mensaje de la segura gracia de Dios. Igualmente necesaria es por cierto la confesión de pecados, que no trae otra cosa que la desesperación de sí y nos conduce poderosamente a la misericordia de Dios. Pero ello es seguro para nosotros, puesto que Dios “ha entregado a su Hijo por nosotros” [Ro 8, 32]. […]
Una vez que la persona ha reconocido su miseria y ha encontrado su salvación en Cristo, ya no le está permitido vivir en le pecado: “Puesto que ahora en Cristo hemos muerto al pecado, ya no podemos vivir más en él” [Ro 6, 2]. Por eso el pastor debe prestar mucha atención, para que sus ovejitas, ahora limpias, no vuelvan a caer en la mugre. Ello significa que luego de que los creyentes hayan llegado al conocimiento de su Salvador y que hayan experimentado la amable gracia de Dios, deben llevar en adelante una vida irreprochable, para que ya no vivan en la muerte. […]
Ello se logra, ante todo, cuando el pastor pone en práctica lo que enseña con palabras. […] Pues una cosa es segura: por más que se hable lindo sobre Dios, si no se vive en conformidad con él, ello es sólo una hipocresía. […] De allí que el pastor deba poner todo cuidado en no destrozar con sus actos lo que enseña con la palabra. Pues a través de obras que no corresponden a la Palabra de Dios, los débiles en la fe se dejan apartar de ella con facilidad. […]
Lo que debe ser predicado surge con toda claridad de lo dicho anteriormente: ninguna otra cosa que la Palabra de Dios. A partir de ella debe dar a entender el pastor a sus encomendados su desgraciada situación. Si ellos la reconocen y sienten que no pueden llegar a ser salvos por sus propias fuerzas, entonces él los debe remitir a la gracia de Dios, para que se confíen a ella. Él les dirá que Dios nos ha dado como prenda de su gracia a su Hijo Único, nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien tenemos eternamente un acceso seguro a Dios [véase Ro 5, 2]. Si han aceptado la salvación y la prenda de la gracia de Dios y ahora pertenecen a Dios – antes ellos pertenecían a la carne y a la condenación –, deben vivir en adelante según la voluntad de Dios [véase 1 Pe 4,2], pues ellos son una “nueva criatura” [véase Gal 6,15]. De allí que el pastor deba impedir a toda costa que las ovejitas sanas vuelvan a enfermarse. Todo ello solo puede ser enfrentado con la Palabra de Dios, por lo cual, antes que nada, él debe tener conocimiento de la misma. Ello solamente puede ser aprendido a partir de la Santa Escritura bíblica. El aprendizaje de memoria de la letra ciertamente no lo hace, si Dios no “mueve” el corazón del pastor [véase Jn 6,44] , para que crea en la Palabra y no la “retuerza” según su deseo y su capricho, sino que la mantenga abierta a la inspiración divina. […]
Si el pastor cumple esos criterios con respecto a sus parientes, su vida y su doctrina – sobre el amor divino hablaremos más tarde –, entonces será necesario saber cómo se debe comportar en otras cosas exteriores y qué salario puede esperar.
Con respecto a lo primero, encontramos que el pastor debe atacar intrépidamente todos los nefastos delitos y no dejarse intimidar ni por las desmedidas pretensiones de poder de este mundo ni por amenazas de ningun tipo. Dios le dice en Jeremías 1 [Jer 1,9] al profeta: “Mira, yo he puesto mis palabras en tu boca, y hoy yo te he enviado a los pueblos o paganos y a los reinos para arrancar y derribar, para desgarrar y deshacer, pero también para construir otra vez y para plantar de nuevo”. Es por ello que el pastor debe remover y derribar, por más alto que sea, todo aquello que se alza contra la Palabra de Dios [véase 2 Cor 10,4-5], para lo cual Cristo es un ejemplo excelente. […]
Fiel servidor de Dios ¿cuál es tu deber, cuando en nuestros tiempos la hipocresía ha prosperado tan poderosa y fuertemente, que ya no necesita ocultarse; y, más aún, se puede atrever a imponerse mediante títulos obtenidos con astucia? Si tú callas, te haces responsable por la sangre de las víctimas [véase Ez 3, 18]. […]
Tú ves también, oh fiel servidor de Dios, cómo la mayoría de los poderosos, que llevan la espada, manejan el derecho más por codicia, arbitrariedad, osadía, arrogancia y escabrosidad que por amor o temor de Dios – si es que eso en realidad puede ser llamado derecho. Pues con respecto a los súbditos eso no es otra cosa que un atemorizar, castigar, oprimir y saquear; un elevar intereses y un ejercicio ilegal; pero con respecto a los extranjeros un guerrear, robar, hostilizar; y entre ellos un beber, jugar, fornicar, difamar y bailar. ¡Mira, así de triste está la cosa entre los de allí arriba, fiel pastor! Por eso, piensa seriamente la manera de remediar esa situación. Pues como se dijo anteriormente: si tú callas, te haces responsable por la sangre de las víctimas [véase Ez 3, 18], pero si tú hablas, caes en sus manos, pues la turba papista se ha instalado entre muchos príncipes. Ellos han tomado a sus hijos bajo tutela, haciendo cardenal al hijo de uno; obispo, abad, comendador, preboste, administrador de monasterio al del otro; por lo cual no es poco el compromiso que tienen con ellos. También han compartido frecuentemente con los príncipes el dinero de las indulgencias, que le arrancan al pobre pueblo. Si quieres atacar a la pandilla de hipócritas según el ejemplo de Cristo, aquellos acudirán en su defensa. Pero si quieres arrojar el escudo y la lanza y librarte del ministerio, tú perteneces a los pastores infieles, que “abandonan a las ovejas a su suerte y huyen” tan pronto han avistado al lobo [véase Jn 10,12]. De paso, aquí aprendemos cuál es la fuerza y el nervio vital de la fe. Pues si la persona ha caído en dudas por todas partes, en caso de tener fe, no sabrá ayudarse de otra manera que dirigiéndose a Dios y a su Palabra. Aquí obtendrá consejo y entonces se atendrá a él con firmeza.
Por ello ven a Cristo, que en Juan 10 [Jn 10,11] dice: “El buen pastor da su vida por sus ovejas”. Si quieres ser parte de los buenos pastores, arriesga tu vida por tus ovejas. […] Mientras las ovejas no sufren ninguna carencia, no necesitan guardián. El guardián les resulta imprescindible recién en el peligro. […]
Para mostrar que un pastor debe impedir también los daños corporales de las ovejas, [Cristo] no sólo se ha entregado por nosotros, sino que ha salvado la vida corporal de los discípulos y ha dicho por la fuerza de Dios: “Si me buscáis a mí, dejad ir a estos.” [Jn 18, 8]. […] Es por ello que cada pastor, si es un pastor de las ovejas de Cristo, también debe enfrentarse a todos los que lo persiguen por causa de Dios, de su verdadera Palabra y de la fidelidad que él tiene hacia sus ovejas. No le debe preocupar si debe hablar contra Alejandro Magno o Julio [César]; contra el Papa, rey, príncipes y autoridades civiles. Y ello no solamente si vociferan contra la Palabra de Dios, sino también si son para su valeroso pueblo una carga más pesada de lo que es justo. […]
Cuando Dios había visto la opresión desmedida de los hijos de Israel por parte del rey faraón y del pueblo egipcio, envió entonces a Moisés, para liberarlo y sacarlo fuera. Pues él no podía soportar más el ver la injusta humillación de su pueblo [Ex 3,11]. Y si bien Moisés, con su indignidad, había intentado excusarse [véase Ex 3,11], debió conducir a una gigantesca cantidad de gente a través del agua, el desierto, enemigos, hambre, sed, castigos y plagas – todo en contra de la voluntad del faraón. […] Del mismo modo debe surgir también un pastor y proteger a las ovejas, si los tiranos oprimen a sus súbditos de ese modo, contra todo derecho divino y humano y contra toda costumbre. Pues los regentes deben ser hacedores del bien, y no ser gente de malos tratos, no ser opresores, no ser explotadores [véase Lc 22,25]. También Séneca llama al “regnum” un “beneficium”, ello es: el gobierno o autoridad civil es el ministerio de la buena acción. Que a la autoridad civil se le debe algo [véase Ro 13,7], resulta claro para todos. Nosotros hablamos aquí solamente contra los tiranos, que no tienen temor de Dios ni amor alguno, tampoco consideración con el prójimo. ¿Tú no piensas, valeroso cristiano, que justamente en este tiempo pecaminoso Dios pone especial empeño en revelar su Palabra con toda la fuerza? Hoy, cuando la honestidad y el derecho, la virginidad, la fidelidad y la fe son deliberadamente arruinados, cuando la mayor parte de los príncipes practica plenamente todo aquello por lo cual los “publicanos” estaban desacreditados entre los antiguos romanos: ese desvergonzado tomar para sí, robar, practicar la usura, desplazar, depreciar la moneda . Si vemos ahora que hoy la Palabra de Dios se ha elevado por todas partes con tanta fuerza como nunca antes desde los comienzos de la fe cristiana , es claro que ello nos quiere servir a todos para la salvación al hacer desaparecer la engañosa hipocresía de la doctrina humana. Por eso, ay del pastor que calla en estos tiempos en que aún los niños y los sencillos llegan a ser capaces de hablar [véase Sal 8, 3]. Ay de aquél, que pone la luz bajo el cajón [véase Mc 4, 21] y desarrolla con indolencia la obra de Dios y no ayuda a liberar al pueblo de Dios. […]
Cuando Saúl quiso obrar siguiendo su parecer antes que la Palabra de Dios, entonces cometió la desobediencia mayor. Por eso Samuel le dijo que la desobediencia a Dios es idolatría y tan dañina y engañosa como el engaño del mago y del adivino y su sarta de mentiras. La persona cuyo entendimiento tiene algo por bueno indefectiblemente erige para sí un ídolo interno: la propia razón y el parecer, cuando ella no aprende lo recto y lo bueno solamente en Dios y su Palabra. […] Precisamente a ella hubiera tenido que escuchar Saúl y no a sus propias consideraciones. Por eso observen aquí papistas, monjes, sacerdotes y monjas, que la frase “La obediencia supera todo sacrificio” no habla en favor suyo, sino en su contra. Pues ella dice que el ser humano no puede realizar mayor servicio divino a Dios que únicamente éste: seguir la Palabra de Dios firmemente, sin dejarse desviar por el parecer de ninguna persona, ni siquiera por el parecer propio. […]
En caso de que los superiores se extralimitasen en su competencia, los espartanos tenían éforos para protestar en su contra, los romanos tribunos y muchas ciudades alemanas tienen un maestro superior del gremio . De la misma manera tiene Dios también sus encargados en su pueblo: los pastores, para que estén atentos a ello en todo tiempo. Pues Dios no quiere que nadie esté por arriba de todos, de tal modo que no se le puedan señalar sus delitos. Y si las autoridades no quisieran animarse a tal cosa por perfidia o temor, a pesar de tener dicho encargo, entonces al menos el pastor debe en lugar suyo “no dormir” [véase Sal 121, 4]. Si la autoridad civil ayuda a rechazarlo, tanto más pacíficamente será posible entonces erradicar los vicios. Si no ayuda, entonces el pastor debe exponer su pellejo en ello y no poner su esperanza en ninguna otra ayuda y salvación que en la divina. En pocas palabras: ¡eso debe ser vigilado y rechazado! Para advertir al mundo pecaminoso, Dios envía constantemente a sus profetas con tiempo suficiente, como se lee en Jeremías 25 y 29. Pero tan pronto como la advertencia ha sido hecha, únicamente ayuda cambiar y mejorar. Pues si ello no ocurre, hay un mal ante la puerta que crece diariamente, hasta que todo el pueblo queda arruinado. Ejemplos: Sodoma y Nínive [véase Gen 19,24-29; Na 1,12-2,14; Tob 14,5] e Israel, que había adorado al becerro en el desierto y fue perdonado [véase Ex 32,1-35]. Pero también aquel Israel, que a pesar de todas las advertencias no mejoró y por tal motivo fue llevado al exilio babilónico.
Ahora bien, si el pastor debe enfrentar y combatir todas las cosas grandes y altas de este mundo, entonces necesita buen armamento. Para ello lo debemos conducir al arsenal de Cristo, a fin de que aquí se provea bien de las armas que él ha preparado para sus discípulos. En Mt 10 [Mt 10,7-10], Mc 6 [Mc 6,7-13], Lc 9 [Lc 9,1-6] y 10 [Lc 10,4-7] los envía con las palabras: “Cuando vayan, prediquen y digan: ¡el Reino de los Cielos está cerca! Curen a los enfermos, limpien a los leprosos. Resuciten a los muertos, expulsen demonios y prediquen: ¡el Reino de Dios está cerca! Gratis lo han recibido, gratis vuelvan a darlo. Ustedes no deben llevar en su bolsa ni oro ni plata ni dinero, tampoco ningún bolso de viaje para el camino, ni dos túnicas, ni zapatos, ni bastón. Pues quien se esfuerza, tiene derecho al alimento” [Mt 10,7-10]. […]
Asimismo dice Cristo: “Mirad, yo los envío como ovejas en medio de los lobos. Por eso, sean astutos como serpientes y serenos como palomas. Pero tengan cuidado ante las personas, pues los llevarán ante las autoridades y los colmarán de latigazos en sus asambleas de justicia. Por mi causa serán llevados ante príncipes y reyes, como testimonio para ellos y los paganos” [Mt 10,16-18]. ¡Mira cómo les quita a sus discípulos toda confianza en este mundo! Cómo se puede aterrar más a la carne que diciéndole: ustedes serán llevados ante autoridades, príncipes y reyes; serán traicionados y colmados de latigazos. “Un hermano matará al otro, el padre al hijo y otra vez los hijos a sus padres” [Mt 10, 21]. Él agrega aún que, entre tantos enemigos, con respecto al cuerpo, ellos estarían indefensos como ovejas en medio de los lobos. Ellos no tienen compasión con las ovejitas, a pesar de ser animales inofensivos, tan dignos de compasión y amor. La misma falta de compasión encontrarán los pastores y servidores de Dios entre las personas impías, que los ven como a ovejas destinadas al matadero [véase Is 53,7; Jer 11,19]. Y cada uno que los mate creerá haber servido a Dios de ese modo. Esas armas y además muchas otras, a saber: que ellos no estarían por encima el maestro, que serían perseguidos como él [véase Mt 10,24; Jn 15,20] y que el mundo los odiará y los acusará de seductores, todo ello podría parecer más un medio de entorpecimiento que de defensa. Sin embargo, se trata efectivamente de verdaderas armas. Pues, cuando un pastor ha contado con el próximo ataque, entonces él esta armado y ellos no pueden hacerle nada. Por cierto, él necesita para ello siempre una fuerte coraza. Ahora no quiero describir la armadura de Efesios 6 [Ef 6,11-17], sino aquella que Cristo explica en Mt 10 [Mt 10,26.28] con pocas palabras. Luego de haber enumerado un montón de cosas que vendrán sobre el pastor, él dice: “¡Ustedes no deben temerles!” y poco después: “Ustedes no deben temer a los que matan el cuerpo pero al alma nada pueden hacer. Antes bien, témanle a aquél que puede destruir cuerpo y alma en la condenación” – ¡“¡No temer!” es la armadura! Ahora bien, quizá tú quieras decir: “También sin Cristo es claro para mí que emprendo todo valientemente si no me embarga el temor. Si se me hubiera dado intrepidez, entonces podría soportar; pero no por la mera orden de no atemorizarme”. Por tal motivo Cristo nos muestra en Jn 16 [Jn 16,33] dónde podemos obtener intrepidez: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo”. Aquí vemos a Cristo, el luchador en el puesto de avanzada. Él nos manda continuar en su obra sin cuidado, aunque se nos oprima, pues el mundo no lo trata a él de modo diferente. No obstante, en ello radica nuestra firme certeza de que él es el vencedor del mundo. Y si nosotros somos sus fieles servidores, entonces él lo vencerá también por nosotros. Por eso hemos de alegrarnos. Así también les dijo Moisés a los hijos de Israel, Ex 14 [Ex 14,14]: “El Señor peleará por ustedes, ustedes solo aguarden, o: permanezcan tranquilos, o: conserven la calma”. Por eso el pastor debe llevar a cabo el trabajo de su Señor y dejarlo regir y defender a él.
Pero si aquí el pastor desea expresar su reparo, diciendo: “Sí, él me protege – ¡hasta que sea matado!”, entonces yo respondo: entonces él te ha protegido recta y ciertamente. Pues nadie que no sea de Dios sufre la muerte por causa de Dios. Aquí aprenderás los fundamentos preliminares de la fe y del amor, como antes [Mt 10,19-20,22b] fue prometido: ¿Crees tú que existe un único y todopoderoso Dios? Sí. – ¿Crees también que él, tu Dios, es tu Señor y Padre? Sí. – ¿Depositas también toda tu confianza en él? Sí. – ¿Entonces crees también sin dudar que él no te ha prometido nada que no te vaya a dar? Sí. – Si lo consideras un padre, ¿entonces seguramente lo amarás y le serás obediente en todo lo que él manda? Sí. – ¿También te alegrarás cuando le puedes servir? Sí. – Así, de la fe por la cual lo reconoces como al Dios altísimo, como tu Dios y Padre, se sigue que tú no esperas nada más grande, e incluso nada más urgente, que llegar a él. Pues si lo tienes por tu Padre, seguro lo amarás. Si lo amas, entonces no tolerarás que su nombre sea de algún modo menoscabado, que no se le preste fe a su Palabra y que se viva vergonzosamente en su contra. Y así como tú preferirías la muerte antes que la deshonra de tu padre carnal, preferirías mucho antes la muerte que el perjuicio de tu Padre Celestial. Si tú crees que la Palabra de Dios no puede engañar, también comprendes que morir por él aquí abajo es el mayor honor que le puede hacer un hijo a su Dios y Padre Celestial. Cuanto menos temes a la muerte, tanto mayor es la fe en ti; y cuanto más temes a la muerte, tanto menor es la confianza y el amor a Dios en ti. Donde hay recta fe y amor a Dios, allí la persona sabe que morir por Dios es “una ganancia” [Flp 1,21] y el inicio de la vida verdadera. Él sabe también que no ha de ser vencido quien confiesa la Palabra de Dios con firmeza y por ello muere, sino quien se deja apartar de Dios por el amor a esta vida. Entonces él no dirá nunca más: “¡Pero a mí, de ese modo, me matarán!”, pues Ésa es la voz de la carne. Pero allí donde hay recto amor a Dios, ningún fuego externo lo podrá exterminar. Los enemigos de Dios deben ser vencidos así como muestra Pablo en Romanos 8 [Rom 8,38-39]: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni ninguna instancia nos podrán separar del amor divino”.
Si el pastor necesita del amor, entonces debemos explicar por qué y de dónde le es otorgado .
El amor es imprescindible porque todas las cosas son orientadas y medidas según él. El carpintero nunca es tan exacto con su vista que ya no requiera del instrumento de medición. De la misma manera, nada son toda determinación, todo poder hacer y toda fe, salvo que se orienten en el amor, 1 Cor 13 [1 Cor 13,4-8]: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, sino que se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser, o: no comete ninguna falta”.
En la esencia del amor tú ves que el pastor necesita de él antes que de toda otra virtud. Justamente como el pastor golpea a ciertas ovejas, a unas empuja con la mano o con el pie mientras a otras las atrae mediante el silbido, a éstas las seduce con sal de lamer, pero a aquellas las carga cuando están cansadas hasta que repongan sus fuerzas, así él hace todo por amor a su Señor, para que sus ovejas aumenten y permanezcan limpias y sanas. Exactamente así debe el pastor de Dios hacer todo por amor: para el aumento y fomento de las ovejas de Dios. Por momentos debe ser áspero, por momentos intransigente, según lo necesiten las ovejas y Dios lo permita. En síntesis: allí donde hay amor, siempre se acierta lo correcto, nunca se anda ociosamente, permanentemente se hace mayor la gloria de Dios y se está en condiciones de soportarlo todo. Sin amor la persona cae fácilmente en la soberbia. Por cierto, allí donde no está el amor de Dios, no hay otra cosa que pura soberbia. […]
Así es que ningún pastor verdadero puede fijar su mirada en el salario. Pues si él confía que su salario es seguro, entonces la fe ya esta allí. Si la fe está allí, entonces le sigue el amor por sí solo. Si la confianza y el amor ya están allí, entonces viene de ellos el impulso al trabajo y no por la perspectiva del salario. Sólo los siervos miran el salario, pero no los hijos. Éstos trabajan fielmente en la casa de su padre y dejan a él determinar el salario, cuándo y cómo el quiere. Si somos “hijos de Dios” [véase Gal 4, 7] y “coherederos de Cristo” [véase Ro 8, 17], ¿entonces por qué deberíamos fijar nuestra mirada en el salario como los siervos sin libertad, y no mucho más en la gloria de Dios, de nuestro Padre, dejándole determinar a él nuestra parte de la herencia más tarde, como a él le plazca?

Lo que ahora sigue trata sobre los falsos pastores
Los falsos pastores no son otra cosa que falsos profetas. Con frecuencia Dios los ha presentado expresivamente, y sin embargo no los queremos reconocer. Cristo los pone ante nuestros ojos nuevamente en Mateo 7 [Mt 7,15-16] con mucha claridad: “¡Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?” Aquí tenemos ante nosotros una imagen válida general, como la verdad misma la compone, y a través suyo podemos identificar a todos los falsos profetas. […]
Resumo aquello en lo que tú puedes reconocer a los falsos pastores:
1. Todos los que no enseñan no son otra cosa que lobos, aunque sean llamados pastores, obispos o reyes. Con respecto a esta cuestión, mira cuántos obispos se ocupan del ministerio de la enseñanza.
2. Aquellos que enseñan, pero no enseñan la Palabra de Dios, sino sus propias ocurrencias, son igualmente lobos.
3. Aquellos que enseñan la Palabra de Dios, pero no lo hacen para la gloria de Dios, sino para la suya propia y para la de su jefe, el Papa, y para legitimación del alto estado que han inventado por cuenta propia, son lobos malvados disfrazados de oveja.
4. Aquellos que enseñan – por mi parte, incluso con la Palabra de la Dios –, pero no tocan a los jefes que dan ocasión al mayor escándalo, sino que consienten en que su tiranía aún crezca, son lobos aduladores o traidores para con el pueblo.
5. Aquellos que no practican con sus obras lo que enseñan con la palabra, no tienen ningún significado para el pueblo cristiano; ellos con sus obras derrumban más de lo que construyen con la palabra.
6. Aquellos que no piensan en el bien de los pobres, sino que consienten en que sean explotados y oprimidos, son falsos pastores.
7. Aquellos que llevan el nombre de pastor y, sin embargo, imperan mundanamente, son los peores “hombres lobo”.
8. Aquellos que acumulan riquezas, que llenan la bolsa, el monedero, la despensa y la bodega, son verdaderos “hombres lobo”. Y finalmente, aquellos que con la doctrina no se proponen implantar entre las personas ni sabiduría, ni amor, ni temor de Dios, son falsos pastores. ¡Que sean apartados rápidamente de las ovejas o las terminarán de devorar por completo!
9. Es igualmente comprensible que todos aquellos que en vez de guiar hacia el Creador conducen a las criaturas, son falsos pastores.
El Dios todopoderoso ha castigado nuestro pecado durante largo tiempo con falsos pastores, que no nos alimentaron con su Palabra; y con lobos, que además nos arrebataron los bienes materiales, y peor aún: nos hicieron sus esclavos. Pero ahora, que él ha encendido nuevamente la luz de su verdad, de forma tal que los lobos pueden ser vistos y detectados fácilmente en todas partes, el pueblo de los creyentes no debe oponérsele, sino que debe dejarse liberar de las cárceles de los lobos. Pues aquí ya no se trata de los daños materiales. La cuestión es que a ellos la Palabra de Dios les ha sido falseada y retenida. Los falsos pastores la han acallado o deformado. Ahora se esfuerzan con determinación, medios de poder y engaño para que el evangelio o bien no sea predicado o que se lo predique en una falsa y engañosa mezcla con pretenciosas doctrinas humanas. Si nos dejamos engañar nuevamente, ello ocurre sólo por nuestras faltas, que son tan grandes que no podemos soportar la Palabra divina. El esplendor de la verdad nos enceguece. Es por eso que con razón nos alcanza la maldición de tener que llevar su yugo por partida doble, pues: “La luz ha venido al mundo, pero las personas han amado más a las tinieblas que a la luz” [Jn 3, 19]. De allí que todos los príncipes, regentes y pueblos deben buscar impedir tal recaída, pues el Salvador está allí sólo para que lo sigamos. Si queremos ser rectos hijos de Dios, debemos obedecer sólo a su Palabra y cuidarnos de escuchar a aquellos que nos quieren apartar de ella. Sería aún mejor evitarlos y “no tener con ellos comunidad ninguna” [véase Ef 5,11]. Tal cosa le demanda todo padre y más aún el Padre Celestial a sus hijos, a quienes ha hecho su “pueblo elegido” [1 Pe 2,9] y “miembros de su familia” [Ef 2,19] a través de su Hijo. […]

Palabras finales a los pastores fieles
Por tal motivo, queridos hermanos todos y colaboradores en la viña de Cristo [véase Mt 20,1-16], no se dejen amedrentar por la atribulación y las olas de este mundo tempestuoso [véase Mc 4,35-41], para que Cristo no los reprenda por su falta de fe. Pues él no duerme, sino que prueba cuán valientes habrán de ser ustedes. Y cuando le agrade, “mandará a los vientos que se calmen” [Mc 4,39], y él los mantendrá sobre el agua, de modo que no se hundan [véase Mt 14,28-31]. “Él no los tentará más de lo que ustedes pueden sobrellevar”, antes bien, él les muestra siempre la “salida” [1 Cor 10,13] de la aflicción o del mundo. Y él les capacita para mandar sobre dragones, leones y basiliscos, de modo que ustedes pueden “andar sobre ellos o aplastarlos” [Sal 91,13].
Ustedes le han prometido fidelidad y amor, salvo que ustedes hayan ingresado al corral de las ovejas por la fuerza y “por otro camino” que a través de Cristo [véase Jn 10,1]. Cuando Jesús le preguntó a Pedro, si él lo amaba, Pedro le contestó: “Señor, tú sabes que te amo” [Jn 21,15-17]. Veamos entonces quien será el “primero” en animarse a sufrir por amor a su Señor [véase Mc 10,35-45]. ¿De qué le sirven ustedes a él, si solamente toman el timón cuando hay lindo tiempo, pero huyen cuando sobreviene la tormenta? Los príncipes de este mundo tienen gente que por un pequeño salario pelea y sufre la muerte por ellos. Y nuestro Padre Celestial y Señor, ¿realmente no tendrá nadie que pelee y muera por él, a pesar de que él no nos da un salario pasajero, sino alegría eterna, siendo que él previamente nos ha redimido y salvado mediante su propio Hijo? Mientras ustedes confiesen a Cristo cuando las cosas vayan bien y huyan cuando se compliquen, nadie les creerá, por causa de su propio ejemplo. Si al predicar la Palabra de Dios no se atreven a enfrentar la muerte, cada cual pensará que ustedes mismos no creen en ella. Entonces, cuando escuchen como se desencadenan las persecuciones y comienzan a murmurar, prohíbanse toda clase de pensamientos con respecto a la huida, considerando, antes bien, que es Dios que los llama a tomar las armas a ustedes, débiles [véase 2 Cor 12,9]. Él está listo para ver quién de ustedes permanece con valentía. ¡Ay, qué vergüenza la de aquél que piensa huir y no quiere colocarse a la vanguardia, delante de las ovejitas, cuando su Señor mantiene la posición y ataca! Con respecto a esta cuestión, diríjanse a Dios con insistente oración [véase Flp 4,6]. Que él confirme la “buena obra” que ha comenzado con ustedes [véase 2 Tes 2,17], para que ustedes logren hacer conocer su Nombre y su Palabra entre sus pobres y extraviadas ovejitas [véase Jer 23,26], para que vivan según su voluntad. Pues sólo “se salvará quien persevere hasta el fin” [Mc 13,13].

Palabras finales a los fasos pastores
Por tal motivo, falsos pastores, si todavía hay en ustedes un destello de fe en Dios y si vive aún en sus corazones una gota de filantropía, por amor a Dios y a la comunidad humana, tengan consideración con el atormentado pueblo, al que por tanto tiempo ustedes han hecho sufrir hambre por la Palabra de Dios y, además, “han sobrecargado con insoportables cargas” [Lc 11,46]. Ante todo, elevados obispos: liberen al pueblo de las cárceles y no desconcierten a todo el mundo por causa de su codicia y fastuosidad. Si creen realmente que hay un Dios y, además, que él llevará adelante un juicio y una sentencia general sobre todas las personas, ¿cómo pueden estar tranquilos, cuando todo su estamento no es otra cosa que un sojuzgamiento ilegal de todos los cristianos, a quienes ustedes, además, una y otra vez empujan a trabajar sin pausa ni reposo? De ello se deduce claramente que ustedes no temen ni a Dios ni a su severo juicio. ¡Pues, donde hay temor, también hay arrepentimiento [véase Sal 111,10]! Ahora bien, si ninguno de ustedes quiere aliviar la carga injusta en manera alguna, es lógico deducir que Dios no significa demasiado para ustedes. ¿En nombre de quién están ustedes allí en realidad? Pero “ustedes ponen su esperanza en el bastón de caña egipcio”, es decir, en los príncipes e instancias de este mundo. El bastón se les “quebrará en la mano y las astillas los herirán gravemente” [Is 36,6]. Pues, ¿qué otra cosa es la fuerza de un rey, sino su pueblo? Ahora, si el pueblo deja de ayudar al rey a protegerlos a ustedes – como es de esperar con toda seguridad, dado que acepta en todas partes masivamente la Palabra de Dios – ¿dónde quedan ustedes entonces? ¿Dónde está entonces la fuerza del rey? Si ustedes no desisten, experimentarán cómo la miseria los arrollará a ustedes y a sus protectores. Ustedes pueden romper sus contratos por largo tiempo aún; obrar contra la fidelidad y la fe; apresar, mortificar y matar a los predicadores honestos del evangelio. Con ello solamente atraerán sobre ustedes la ira de Dios. […]
¡Ustedes ya han sido advertidos! Dios ha tenido paciencia con ustedes por largo tiempo; pronto vendrá con la vara. Entonces, así como Lucifer no podrá volver al cielo, tampoco ustedes podrán volver a su ministerio y a su título. Por ello, fijen su confianza en otro lado: en Dios, que lleva los corazones a la paz [véase 1 Jn 3,19]. Él quiera ayudarlos a conocerlo, para que ustedes se humillen “bajo la poderosa mano de Dios” [1 Pe 5,6] y la cruz de Cristo, y lleguen a ser salvos con todos los creyentes. Amén.

Trad. Daniel Beros

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